Putin-Obama: Partida blitz del lado ruso

La última jugada del año del presidente ruso, Vladimir Putin, recuerda una partida blitz de ajedrez, de pasos rápidos, cuando en política exterior el jefe del Kremlin pareció superar a su similar estadounidense, Barack Obama.

El jefe de la Casa Blanca, como para hacerlo más incómodo y causar más daños a los nexos bilaterales y, al mismo tiempo, humillar al personal diplomático ruso, anunció la expulsión de 35 funcionarios en Washington y San Francisco, con 72 horas para salir.

Solo en boletos, los diplomáticos rusos y sus familiares deben pagar casi 220 mil dólares con el riesgo de pasar el Nuevo Año fuera de casa o en aeropuertos de terceros países.

Pero lo que asombra es el argumento. El país que ideó el sistema Prism para espiar tanto a adversarios como aliados por todo el mundo, el que cuenta como una entidad como la Usaid para interferir en cualquier territorio, acusa a Rusia de inmiscuirse en su sistema electoral.

Resulta que por encima de lo aclarado por la red Wikileaks, autora de las publicaciones sobre irregularidades en el Partido Demócrata, de que sus fuentes estaban en el interior de esa agrupación, Washington montó una campaña mediática para acusar a Rusia.

La acusación carece de prueba alguna y si se llevara a términos de un juicio, sería como condenar a Rusia sin pruebas de la fiscalía. En Estados Unidos ello resulta imposible, pero en política nada de eso se toma en cuenta.

Pero, como afirmó Putin en su reciente conferencia de prensa anual, todos estaban equivocados en los pronósticos de las presidenciales norteamericanas menos nosotros, en referencia a la victoria del multimillonario Donald Trump, quien alabó ayer al mandatario ruso.

Sin embargo, Obama fue más allá. Sobre bases infundadas aprobó un nuevo paquete de sanciones contra empresas rusas de tecnología de información y contra la jefatura de la inteligencia y seguridad de este país, al acusarlos de dirigir ciberataques contra Estados Unidos.

Ello incluyó, además, la expulsión de los diplomáticos. Pero en el tablero de ajedrez blitz, Putin contaba con dos minutos para jugar y lo hizo, como señaló el propio Trump, de forma brillante: se negó a responder con la misma medida, como ocurre siempre en la diplomacia.

Al contrario, llamó a todos los diplomáticos norteamericanos y sus familiares a asistir a la celebración con el árbol de Navidad instalado en el Kremlin y dirigió a Trump un mensaje de esperanza de mejorar los nexos con Estados Unidos.

En otras palabras, casi ignoró otra de las decisiones para empeorar los nexos tomadas por un jefe de Estado que abandona la Casa Blanca en menos de tres semanas.

Pero, de otro lado, el regalo navideño de Putin fue anunciar un acuerdo junto con Turquía e Irán para anunciar desde este viernes un cese de hostilidades en toda Siria pactado entre al menos siete agrupaciones armadas con más de 60 mil miembros.

Irán, a cargo de milicianos voluntarios del movimiento Hizbullah, Turquía de la oposición armada, y Rusia, de sus fuerzas, son los garantes del arreglo que en su base deja fuera a Estados Unidos, cuya lucha de cuatro años contra el terrorismo solo fortaleció a ese último aún más.

Claro que ese acuerdo tiene muchos obstáculos aún por vencer, pero la fórmula empleada deja desbancada a las potencias occidentales que pertrecharon a una oposición armada para derrotar a Bashar Al Assad.

Al mismo tiempo, Putin demostró en ese conflicto que puede lograr algo parecido a lo ocurrido en Chechenia, al inicio de su mandato: las tropas rusas luchan contra los terroristas y no contra un pueblo. Chechenia es hoy una república rusa, próspera y en paz.

Desde el punto de vista militar: Rusia colaboró en la liberación de la segunda ciudad más grande de Siria y mostró capacidad para formar alianzas y ayudar a la salida, sin combate, de más de 30 mil armados y sus familiares.

Al mismo tiempo, de unas relaciones bilaterales crispadas por el abatimiento de un caza ruso en Siria, en noviembre de 2015, Moscú logró situar a Ankara como socio en una alianza tripartita que vuelve a dejar fuera a Estados Unidos para acciones en Medio Oriente.

Turquía, miembro de la alianza atlántica y acusado por Damasco de entrenar, pertrechar y financiar al terrorista Estado Islámico (EI), tiene sus propios intereses en la región, pero Rusia parece apelar a la parte positiva de esa relación para lograr objetivos comunes.

El atentado contra el embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, lejos de empeorar nexos bilaterales, pareció catalizar acuerdos como el anunciado respecto a Siria, para acercarla un poco más a la senda de negociaciones de paz, sin dejar de luchar contra los terroristas.

La partida política de Putin y Obama se asemeja a la reciente victoria en Doha del ruso Serguei Kariajin frente al noruego Magnus Carlsen en el campeonato mundial de blitz, solo que las jugadas de Rusia y Estados Unidos continúan. Pero ese será después de Nuevo Año.

Antonio Rondón García


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