“No estaba preparada para todos los horrores que he visto”
Entrevista a Hedy Epstein, defensora de derechos humanos:
Hedy Epstein, de 82 años, nació en Friburgo, Alemania, en 1924 (1) y vivió en Kippenheim, un pueblo situado a unos 30 kilómetros al norte de Friburgo. Era la hija única de unos padres que murieron en los campos de exterminio nazis. Es una trabajadora incansable por los derechos humanos y la dignidad de todas las personas.
Hedy decidió visita Palestina en 2003. Volvió inmensamente impresionada por lo que había visto allí, mujeres y niños indefensos, palestinos encerrados en ghettos, todo un pueblo brutalmente tratado.
Había aprendido a amar a las personas que conoció y estaba decidida a contar al mundo las injusticias de las que había sido testigo. Los palestinos estaban siendo desposeídos de su tierra, expulsados de sus casas en las que habían vivido durante siglos. Nada de lo que haya hecho nadie, ninguna de las protestas, ha logrado que Israel acabe con su forma de tratar a los palestinos. De hecho, cada vez que Hedy volvía era peor.
Así, se va a unir a otros defensores de los derechos humanos que van a navegar a Gaza en el barco FREE GAZA(2) para exigir justicia para los palestinos y un correctivo para los 60 años de opresión por parte de los israelíes.
Silvia Cattori: Toda su vida ha estado dedicada a la justicia. Pero desde 2003 usted ha intensificado este compromiso abogando por la justicia para los palestinos. Entiendo que va a asumir ciertos riesgos para hacer al mundo consciente de los crímenes perpetrados contra ellos.
Hedy Epstein: Los organizadores me invitaron a unirme al barco Free Gaza y me sentí honrada por la invitación (3).
Silvia Cattori: Es indudable que entrar en las aguas territoriales de Gaza con activistas de la paz palestinos, internacionales e israelíes es un proyecto maravilloso, pero, ¿no estará lleno de tensiones? ¿No le preocupa participar en semejante expedición?
Hedy Epstein: Por supuesto, estoy un poco preocupada. Pero, ¿acaso la vida me asegura que no me va a ocurrir nada? Puede que mañana cuando me levante, me sienta tan somnolienta que dé un traspiés, me caiga y me rompa la espalda. Por lo tanto, qué debo hacer, ¿quedarme en la cama el resto de mi vida? No.
En la vida las garantías no existen. Quizá nadie debería ponerse en una situación peligrosa. Pero mi participación no es más que una pequeña contribución comparada con los sufrimientos que los palestinos están padeciendo todos y cada uno de los días. Y sí haciéndolo podemos contar al mundo lo que está ocurriendo ahí, entonces vale la pena ir. Tengo 82 años y la mayor parte de ese tiempo he vivido una buena vida. Déjenme hacer una contribución antes de que sea demasiado tarde.
Silvia Cattori: Este barco que va a Gaza coincide con el 60 aniversario de la salida de Marsella del barco EXODUS. ¿No le parece que su presencia en un barco que navega al mismo lugar que el EXODUS es un tanto polémica?
Hedy Epstein: No. Estoy haciendo aquello en lo que creo y por lo que lucho. En ciertos ámbitos, especialmente en la corriente dominante de la comunidad judía, parece que soy una traidora, una « judía que se odia a sí misma ». Tonterías. No me odio a mí misma. Hace algunos años el director de un semanario judío me dijo que no debería haber ido a Palestina. Que en vez de ello, debería haber ido a Israel como voluntaria en un hospital en el que se trataba a personas heridas por los atentados suicidas.
Y le contesté que me gustaría ir como voluntaria, pero que si yo iba a ayudar a un hospital israelí, ¿iría él a un hospital palestino a ayudar a las personas heridas a consecuencia de lo que estaba haciendo Israel? Estaba horrorizado. “¿En Palestina?”. Contesté: «Sí, puedes ir, yo he estado allí, así que tú también puedes ir y cuando lo hagas, entonces yo estaré encantada de trabajar en un hospital israelí». Aquello ocurrió hace varios años y nunca he vuelto a saber de él desde entonces.
Silvia Cattori: ¿Por qué eligió usted militar por una causa en un lugar en el que los israelíes se oponen tanto a su participación?
Hedy Epstein: Permítame que le cuente algo de mi pasado para que usted comprenda cómo he llegado a donde estoy ahora. Nací en el seno de una familia judía en Alemania. Yo tenía ocho años cuando Hitler llegó al poder. Mis padres se dieron cuenta en seguida de que Alemania ya no era un lugar seguro para permanecer y criar una familia. Deseaban irse a cualquier otra parte y trataron desesperadamente de irse. Pero NUNCA desearon irse a Palestina porque eran antisionistas fervientes.
En aquel momento yo no entendía qué era el sionismo y qué era ser antisionista, pero sabía que en el pueblo en el que vivía, que es Kippenheim al sudeste de Alemania, había un grupo juvenil “sionista” y mis padres no me permitieron participar en él. Yo era el único niño judío del pueblo que no perteneció a ese grupo. Como mis padres eran antisionistas fervientes, aunque yo no entendiera qué significaba eso realmente, yo también era una antisionista ferviente.
Entonces, en 1939, gracias al inmenso amor de mis padres por mí, pude abandonar Alemania e ir a Inglaterra en un convoy de niños (Kindertransport). Cuando me marché en mayo de 1939 fue la última vez que vi a mis padres y a otros miembros de mi familia. Todos ellos murieron en los campos. Llegué a Estados Unidos en mayo de 1948, aproximadamente en el mismo momento en que Israel se convirtió en un Estado. Tenía diferentes sentimientos respecto a ello. Por una parte, estaba muy contenta de que hubiera un lugar a donde pudiera ir la gente que había sobrevivido al holocausto, los cuales quizá no querían o no podían volver a sus lugares de origen, pero, por otro lado, recordando el ferviente antisionismo de mis padres, estaba preocupada porque pensaba que más adelante iba a surgir de todo eso algo que no iba a ser bueno. No podría siquiera imaginar lo que iba a ser. Pero yo acababa de llegar a Estados Unidos y había nuevas cosas que aprender. Así que Israel quedó aparcado en mi esfera de interés y ahí permaneció durante años.
En 1982 recibí un choque que me despertó personalmente: las terribles masacres en los dos campos de refugiados [palestinos] de Sabra y Chatila en Líbano. Tuve la necesidad de entender qué significaba esta tragedia, por qué había ocurrido y quién era responsable. Entonces, tras haber comprendido, tuve la necesidad de saber más acerca de la historia de lo ocurrido entre 1948, cuando Israel se convirtió en un Estado, y 1982 en Sabra y Chatila. Y cuando más aprendía y más comprendía, más trastornada me sentía por lo que estaba haciendo el gobierno israelí y haciéndolo en mi nombre.
Asi pues, cuanto más iba aprendiendo, más empecé a denunciar públicamente las políticas y prácticas del gobierno israelí en relación al pueblo palestino. Entonces, en diciembre de 2003, fui a Palestina.
Silvia Cattori: ¿Nunca había entrado en Israel?
Hedy Epstein: Había ido en 1981 para asistir a la primera, y probablemente la única, reunión internacional de supervivientes del holocausto. Para mí no fue una experiencia feliz. Me di cuenta de que algunos de los supervivientes que asistían parecían competir entre ellos por ver quién había sufrido más. Preguntaban: “¿Dónde estuviste, en qué campo?”, y sin importar la respuesta, la persona que había hecho la pregunta siempre decía: “Eso no fue nada donde tú estuviste; donde yo estuve fue mucho peor“. ¿Por qué competir unos con otros acerca de quién había sufrido más? Cada uno de ellos había sufrido y es verdad que unos más que otros, pero no compitamos por ello.
Nos llevaron a hacer una excusión para visitar los lugares de interés y la gente del autobús preguntaba:
“¿Quién vive en esta zona?”
“Estos son judíos”.
“Oh, ¡es precioso, los jardines son preciosos!. ¿Quién vive allí?”
“Aquellos son palestinos”.
“Oh, ¡huele muy mal, apesta, es terrible, está sucio!”.
De hecho, las ventanas del autobús estaban cerradas y aunque hubieran estado abiertas, no se habría olido nada en el autobús. Esto me perturbó, esta discriminación y esta manera de hablar contra los palestinos a quienes ni siquiera conocían. Así que esta es la razón por la que para mí no fue una experiencia feliz, que me dejó muy mal sabor de boca, y no volví nunca.
En septiembre de 2003 participé en Saint Louis, Missouri, en una vigilia semanal contra la guerra en Iraq. Hicimos esas vigilias desde mucho antes de que empezara la guerra, inmediatamente después del 11 de septiembre, cada domingo. Una amiga mía estaba a mi lado y me preguntó: “¿Has pensado alguna vez en ir a Palestina?”
Me sorprendí de mi respuesta, que fue: “Sí, voy a ir“. De realidad no había hecho planes en absoluto de ir, pero quizá lo había estado pensando de manera inconsciente y me había estado preparando para ir. Para diciembre 2003 la amiga que me había hecho la pregunta, otras dos mujeres y yo estábamos en Palestina por primera. Volví en 2004, 2005, 2006, y este año espero ir a Gaza.
Silvia Cattori: ¿Fue una experiencia difícil para usted?
Hedy Epstein: La verdad es que no estaba preparada para todos los horrores que he visto. Por ejemplo, había oído hablar de los checkpoints. Y pensaba que un checkpoint era algo parecido a las cabinas de los peajes de autopista de Estados Unidos. No se parece en absoluto a eso. Y cada vez que vuelvo es peor. Tal como son ahora me recuerdan a cuando se reúne a los animales y se les lleva al matadero, es exactamente igual de humillante.
Permítame que comparta una experiencia que tuve la primera vez que fui a Palestina. Estábamos en un checkpoint cerca de Ramala. Un reservista israelí me hizo una serie de preguntas; debía de tener cuarenta y muchos o cincuenta y pocos, miró mi pasaporte y entonces me preguntó si era judía y yo le contesté que lo era. A continuación me preguntó si había estado alguna vez en Ramala. Antes de que pudiera contestarle, me dijo en un tono muy enfadado: “¿No sabe usted que en Ramala cortan en canal a cada judío que va allí?”. Y movió cuatro veces la mano por la cintura repitiendo otras cuatro veces “lo cortan en canal”.
Pero acababa de volver de Ramala, donde me quedé con dos familias palestinas diferentes, y obviamente no me habían cortado en canal. La verdad es que la hospitalidad que recibí de esas familias, así como de otras en otros lugares, no se parece a ninguna hospitalidad que yo haya recibido nunca en cualquier otra parte del mundo. Nada más llegar siempre dejaba claro que soy judía y esto nunca supuso diferencia alguna. Con cualquiera que me encontrara, tanto las familias con las que viví como la gente por la calle, cuando les decía que era judía nunca suponía diferencia alguna. Tanto ellos como yo nos negábamos a ser enemigos. Los veradderos enemigos eran los israelíes. Fueron los únicos que me trataron de forma miserable y me hicieron daño.
Silvia Cattori: Entonces, ¿le sorprendió descubrir que los soldados israelíes humillaban y trataban al pueblo palestino de forma tan inhumana?
Hedy Epstein: Es verdad. En cierto modo, me dan pena los soldados israelíes que están en Palestina debido a lo que esto les está suponiendo. ¿Qué tipo de personas serán cuando salgan del ejército? ¿Maltratarán a sus hijos, a sus mujeres, debido a que están acostumbrados a maltratar a los palestinos? Tienen que ser algo terriblemente perjudicial para ellos. La ocupación y todo este caos tienen que acabar por el bien no sólo del pueblo palestino, sino también del pueblo israelí.
Silvia Cattori: ¿Qué me dice de usted? ¿Fue tratada brutalmente por la policía cuando fue a Israel?
Hedy Epstein: Sí, lo fui. En enero de 2004 estaba en el aeropuerto Ben Gurion. Volvía de los territorios ocupados acompañada de otra mujer. Cuando llegamos al aeropuerto, la primera persona de seguridad con quien nos encontramos nos separó. A mi amiga le dijeron que se fuera hacia la derecha y a mí que me fuera hacia la izquierda. Yo trataba de darle algún sentido a esto y pensé que quizá era porque ella era cristiana y los cristianos iban hacia la derecha y los judíos hacia la izquierda. Cuando llegué al control de pasaportes y entregué mi pasaporte y los billetes, la mujer que había allí tecleó algo en el ordenador y de pronto, como surgidos del suelo, aparecieron dos hombres a mi lado: “Somos de seguridad”. Sus fichas de identificación estaban dadas la vuelta, así que les pregunté: “¿Cómo se llaman ustedes?”, pero no me contestaron.
Me llevaron a un lugar que después descubrí que era la comisaría del aeropuerto. Me dijeron que entrara en una cabina pequeña instalada en una habitación mayor y tuve que quitarme los zapatos, que se los llevaron para pasarlos por los rayos X. Me cachearon por todas partes, me pasaron un detector por el cuerpo y después me dijeron que me desnudara. Dije: “No tienen derecho a pedirme que haga eso, quiero un abogado“, y ella contestó : “Por supuesto, puede tener un abogado, pero va a permanecer detenida en el centro de detención del aeropuerto hasta que consiga uno“.
¿Cómo diantres iba yo a conseguir un abogado dado que me habían quitado el teléfono, de modo que no podía contactar con nadie en el exterior? Además, estaba preocupada por lo que le había ocurrido a mi amiga, ¿le estarían haciendo lo mismo a ella? Una de las dos tenía que lograr salir de ahí y ayudar a la otra, y quizá yo era ésa. Así que accedí a desnudarme. No sólo tuve que desnudarme delante de esta joven, que tendría unos 22 años, sino que después de quedarme desnuda me pidió que me inclinara hacia adelante. Le pregunté: “¿Por qué?”, y contestó: “Porque tenemos que examinarla internamente“. Nunca me había sentido tan enfadada y alterada como en aquel momento. Pregunté: “¿Por qué hace usted esto?”. Ella me respondió: “Porque usted es una terrorista, usted es un peligro para la seguridad”.
Mientras tanto estuvieron registrando cada uno de los objetos de mi equipaje. Una vez que salí de la cabina y estaba vestida otra vez, seguían registrándolo hasta que por fin acabaron y entonces me dijeron: “Puede guardar sus cosas“. Estaba tan enfadad que les contesté: “Ustedes han deshecho mi equipaje, ustedes lo vuelven a hacer.”
También estuve observando lo que ocurría con las demás persona que estaban en la comisaría. Había una mujer joven con un bebé de siete u ocho meses, y le estaban registrando el equipaje. En un momento dado el bebé empezó a llorar y ella quiso calmarlo con la comida que llevaba. No le permitieron que se la diera al bebé. Hablé con ella un momento y me dijo: “Soy israelí, soy judía, nací en Israel pero vivo en Inglaterra y posiblemente esto nos ocurre a mí y a mi bebé en castigo por no vivir ya en Israel“.
Silvia Cattori: ¿Por qué le trató la policía israelí de una manera tan humillante? ¿Querían castigarla por ponerse del lado de las víctimas palestinas?
Hedy Epstein: Probablemente no sólo porque fui a Palestina, sino también por lo que hice allí y lo que vi allí. Participé en manifestaciones contra la ocupación y supongo que eso me convierte en un peligro para la seguridad y en una terrorista. Los israelíes consideran que la resistencia pacífica no violenta es terrorismo. Sin embargo, lo que ellos hacen en respuesta a la resistencia pacífica no violenta es verdadero terrorismo porque disparan gases lacrimógenos a los manifestantes, que son israelíes, palestinos e internacionales. Utilizan lo que ellos llaman balas de caucho, pero no son balas de caucho, son balas reales envueltas en una fina capa de caucho y pueden matar; también usan verdadera munición y cañones de agua.
Por supuesto, experimenté todo eso cuando en 2005 volví a participar en la resistencia no violenta en el pueblo de Bi’lin en Palestina. Una bomba sónica me explotó al lado y a consecuencia de ello he perdido oído.
Pero esto no es gran cosa comparado con lo que tienen que soportar los palestinos cada minuto de cada día y de cada noche. Están en una cárcel, son prisioneros. Yo me puedo marchar cuando quiera. Los agentes de seguridad israelíes pueden detenerme durante varias horas en el aeropuerto, pero al final me puedo marchar.
Silvia Cattori: ¿Cómo pudieron hacerle eso a una persona tan encantadora como usted? ¿Se quedó usted impresionada por su violencia?
Hedy Epstein: Sí. Pero los malos tratos que me infligieron no van a detenerme. Quizá lo hicieron para disuadirme de volver, pero, por supuesto que volví y volveré más veces.
Silvia Cattori: Tras esta terrible experiencia, cuando volvió a Estados Unidos y contó su experiencia, ¿la creyeron?
Hedy Epstein: Algunas personas creyeron mi historia, pero junto a ellas está la corriente dominante de la comunidad judía para la que Israel siempre es la víctima y los palestinos siempre son los terroristas. Realmente ellos no comprenden, no hacen preguntas y realmente no quieren saber lo que está pasando en realidad. Asumí un compromiso ante los palestinos a los que conocía, todos los cuales me pidieron: “Cuando vuelva a Estados Unidos, por favor, cuente al pueblo estadounidense lo que ha visto y lo que ha vivido“. Porque el pueblo estadounidense no sabe. Asumí ese compromiso, así que aprovecho cuantas oportunidades tengo de contar lo que he visto y lo que he vivido. Y, sí, hay personas dentro de la corriente dominante de la comunidad judía que me quieren hacer callar. Pero no lo van a lograr. Me pueden insultar, pero voy a cumplir mi compromiso con los palestinos.
Silvia Cattori: Como superviviente del holocausto, ¿se siente incómoda de denunciar la brutalidad de los israelíes respecto a los palestinos?
Hedy Epstein: Yo nunca estuve en un campo porque mis padres se sacrificaron para que yo pudiera salir, así que nunca tuve la peor experiencia que han tenido los supervivientes, pero sé lo que es estar discriminada. Conocí las asesinas intenciones de Hitler entre 1933 y 1939, periodo durante el cual mi padre fue enviado al campo de concentración de Dachau, en 1938. Volvió al cabo de cuatro semanas, pero nunca volvió a ser el mismo padre que yo había conocido porque cuando volvió era un hombre envejecido, roto.
Y porque sé lo que eso significa, creo que tengo el deber y la responsabilidad de luchar contra las injusticias de las que son víctimas otras persona. Hay problemas en todas partes del mundo y yo no puedo hacer todo, pero decidí que el trato que inflige el gobierno israelí a los palestinos era una situación contra la que yo iba a protestar y seguiré haciendo cuanto pueda.
Para los supervivientes del holocausto la divisa ha sido “Nunca más” y “Recordar“, y comparto, desde luego, la divisa de “Recordar“, pero esta divisa de “Recordar” debe tener también una perspectiva presente y futura. No podemos detenernos en “Recordar” y en decir “Nunca más” incluyendo probablemente en ello a los judíos nada más. Cuando me encontré ante el terrible muro de cemento de 25 pies de altura que ha construido Israel y que separa a unos palestinos de otros, pensé: “Dios mío, esto es lo que están haciendo los judíos, ellos, que una vez fueron obligados a permanecer tras unos muros, está construyendo un muro y poniendo a los palestinos detrás, y en el proceso de construcción está destruyendo edificios palestinos, casas, pozos, pero nunca la esperanza, porque el pueblo palestino es un pueblo extraordinariamente fuerte y valiente”.
Silvia Cattori: Supongo que tras estas experiencia su vida cambió completamente. Y que ahora necesita volver al lugar de ese trauma.
Hedy Epstein: Sí. Necesito volver para comprobar lo que dicen los israelíes, que Gaza es libre y que ya no está ocupada. Si realmente ya no ocupan Gaza, yo debería poder ir ahí este verano. Y si se me impide entrar o me ponen dificultades, esto demostrará al mundo la mentira que los israelíes están tratando de vender al decir que ya no ocupan Gaza. Si ya no están ahí, entonces ¿por qué me iba a impedir entrar? Es como una prueba.
Silvia Cattori: ¿Cree usted que las cosas van de mal en peor y que nada cambiará hasta que el movimiento de solidaridad sea más severo con Israel?
Hedy Epstein: Una nunca sabe si lo que hacemos significa algo. Así que hay que seguir intentándolo, sin rendirse, hay que intentar cosas diferentes y, desde luego esto, va a ser diferente. Puede que atraiga la atención del mundo, que quizá por primera vez abra los ojos y los oídos, abra sus mentes para ver lo que realmente está ocurriendo en Gaza.
Silvia Cattori: Entiendo que lo que verdaderamente le preocupa es tratar de que el pueblo judío y las organizaciones judías sean más conscientes de que están yendo por el camino equivocado al negarse a reconocer el sufrimiento y el derecho a la dignidad de los palestinos
Hedy Epstein: Si, como dicen, realmente aman a Israel y quieren asegurar su futuro, deberían abrir los ojos y las mentes, ver lo que está haciendo Israel y lo nefasto que es. Si los israelíes quieren estar seguros tienen que dejar de hacer lo que están haciendo y cambiar por completo, acabar con las discriminaciones y los ataques contra el pueblo palestino. Entonces ambos pueblos podrán vivir en paz y armonía. Esto es lo que la mayoría de ellos desea, pero Israel, con la ayuda de la comunidad judía estadounidense y del gobierno estadounidense, siempre está bloqueando el camino. Lo que están haciendo es un error: va en el sentido contrario de lo que quieren lograr.
Silvia Cattori: La mayoría de las personas que se preocupan por lo que ocurre en Palestina con suelen ser acusadas por los pro-israelíes de ser antisemitas, ¿trata usted de explicar que esto es falso?
Hedy Epstein: Creo que para los cristianos y musulmanes, pero especialmente para los cristianos, es muy difícil, mucho más que para mí como judía. Si denuncian las políticas y prácticas del gobierno israelí, automáticamente se les va a llamar antisemitas. Es ridículo que se diga que yo soy antisemita: soy semita, así que, ¿por qué habría de estar en contra de mí misma? Esto es igualmente verdad respecto a los árabes. SON semitas. Pero creo que para los cristianos es muy difícil, mucho más difícil, porque es verdad que algunos cristianos han sido antisemitas, de modo que cuando afirman que lo que está haciendo Israel está mal, a los ojos de algunos judíos se convierten automáticamente en antisemitas.
Silvia Cattori: ¿Qué contesta a quienes la acusan de ser antisemita?
Hedy Epstein: No he logrado llegar hasta muchas de las organizaciones judías; no quieren escucharme. Así que no he logrado que escuchen lo que Israel está cometiendo en su nombre. Cuando me invitan a hablar ante grupos cristianos o grupos no judíos o musulmanes, siempre me reciben con gran cariño, educación y amistad.
Silvia Cattori: ¿Espera llegar al corazón de los israelíes con esta expedición? ¿Cree que la mayoría de ellos comprenderá finalmente que algo tiene que cambiar, que la brutalidad no va a solucionar el problema?
Hedy Epstein: Cuando estaba en Palestina y me encontraba con soldados israelíes, aprovechaba cada una de las oportunidades que se me ofrecían para tratar de hablar con ellos y preguntarles quiénes eran, qué estaban haciendo y por qué lo hacían. Traté de llevarles a hablar acerca de sí mismos y de cómo se sentirían si a algún miembro de sus familias, su abuela, su padre, le hicieran lo que ellos estaban haciendo a los demás. ¿Cómo os sentiríais? Si no os gustaría que esto ocurriera, no se lo hagáis a los demás.
Silvia Cattori: ¿Estaban a veces dispuestos a escucharla?
Hedy Epstein: Sólo un soldado me dijo: “Lo pensaré”. Nunca sabré si lo hizo o no. Pero permítame que le cuente una divertida experiencia que tuve con soldado israelí. Varios de nosotros tratábamos de ir a alguna parte en Palestina. Era un grupo que estaba haciendo una película y yo iba con ellos. La mañana antes de salir pusimos las mochilas en el coche. Vi un balón de fútbol en el coche y pregunté: “¿Puedo tomar prestado el balón?”
Dijeron: “Sí, pero, ¿qué quiere hacer con él?”. Contesté: “No sé”. Me dijeron: “Adelante, tómelo“. Así que yo iba con el balón en las manos hasta que llegamos a un control volante. Un control volante no es un control regular; consiste nada más que varios soldados israelíes que con varios jeeps bloquean las carreteras y no dejan pasar a nadie. Los soldados nos dijeron que los estadounidenses podíamos pasar, pero no el encargado del sonido. Era palestino, aunque tenía un documento de identidad israelí. No le dejaron pasar. Les suplicamos y les rogamos que le dejaran pasar. Pero el soldado contestó: “No, no puede pasar; el resto de ustedes pueden pasar, pero él no“, así que nos encontramos en un punto muerto porque no nos íbamos a ir sin él. Entonces lancé el balón al soldado y él me lo devolvió. Nos lo estuvimos pasando durante un rato y hasta que de pronto dijo: “Vale, el encargado de sonido puede pasar“. Aquel fue un final feliz, pero demuestra la arbitrariedad de las decisiones.
Silvia Cattori: ¿Esto le da cierto optimismo acerca de los seres humanos?
Hedy Epstein: Bueno, le diré que cuando vaya a Gaza llevaré una pelota conmigo. No un balón de fútbol, sino una pelota pequeña.
Silvia Cattori: Así que este verano estará en el mar, camino de Gaza, ¿teme que los israelíes les echen brutalmente?
Hedy Epstein: No. Lo peor que me podrían hacer los israelíes ya me lo hicieron cuando me examinaron el interior en el aeropuerto Ben Gurion en enero de 2004. Fue lo peor y nuca jamás podrán hacerme sentir peor que entonces. Esta vez tendrán que examinar a 70 personas.
1) http://www.hedyepstein.com/
3) http://www.counterpunch.org/cattori06072007.html
Enlace con el original:
http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=5962
Traduccion del inglés: Beatriz Morales Bastos, Rebelión.