La complicidad del pueblo estadounidense

“Tendemos a cerrar nuestros ojos ante una verdad dolorosa… ¿Es lo que corresponde a hombres sabios, involucrados en una grande y ardua lucha por la libertad? ¿Estamos dispuestos a ser como aquellos que, teniendo ojos, no ven, y teniendo oídos, no escuchan? Por mi parte, por terrible que sea la angustia de espíritu que me cueste, estoy dispuesto a conocer toda la verdad; conocerla… ahora.” Patrick Henry, 1775.

En esta era de guerra perpetua, de creciente tiranía interna, de tortura aprobada por el gobierno, de lucha al estilo nazi por la dominación en Oriente Próximo, se esperaría, por lo menos, una protesta audible del Pueblo que proclama su devoción resuelta a los ideales de libertad y justicia para todos. Sin embargo, en su mayor parte, USA sigue asumiendo en la tendencia dominante una posición de apatía, amargura, o silencio inexplicable.

Al verse confrontada con hechos indiscutibles y evidencia científica que vinculan a funcionarios clave del gobierno con los ataques del 11-S, gente aparentemente inteligente, sensata, rechaza coléricamente y con aire desafiante dicha información sin pensarlo ni un momento. Personas sinceramente compasivas y amantes de la paz apoyan la criminal invasión de Iraq y cierran los ojos ante la matanza por USA de 600.000 civiles iraquíes, y prefieren creer en el mito de la supremacía estadounidense, en cuyo corazón está la noción de que sólo los extranjeros son capaces de semejantes atrocidades.

Y ahora, después del 11-S y del establecimiento resultante de la Seguridad Interior, quienes solían ser decididos partidarios de los derechos cívicos toleran tranquilamente la deconstrucción gradual de la Constitución de USA bajo el pretexto de la protección, y por su cuenta y riesgo, desestiman cada vez más las estridentes advertencias y las señales de un creciente e inminente estado policial. Claramente, USA dominante se ha rendido a la subyugación de un gobierno enloquecido por el poder, despótico, cuyo control se sigue ampliando exponencialmente con cada nuevo rumor de un peligro inminente.

¿Por qué, cuando se ven confrontados por un historial negro sobre blanco de ofensas autocráticos, tantos estadounidenses sensatos ignoran o incluso apoyan al actual gobierno que allana tan abiertamente un camino tiránico hacia el infierno? ¿Estamos tan engañados por la retórica y por la propaganda armamentista, que ya no podemos distinguir la verdad de la ficción, permitiendo, si no favoreciendo al hacerlo, nuestra propia esclavización?

No cabe duda de que existe un conjunto colectivo de circunstancias que explica la anuencia del pueblo estadounidense. Lo que sigue es la primera de una serie de exploraciones mediante las cuales la autora tratará de identificar posibles factores centrales que contribuyen a este azote de apatía en la sociedad estadounidense actual.

Miedo, la Némesis de la racionalidad

No se puede analizar la dinámica de una sociedad posterior al 11-S sin examinar una de sus características principales: el miedo, la ansiedad, el espanto, la aprensión… en una palabra el Terror. Para los que se benefician de su proliferación, el miedo es una moneda, una materia prima, un poderoso instrumento de mercadeo. Si uno tiene conciencia de los dispositivos mediante los cuales los dirigentes han cosechado históricamente el poder y el apoyo para cualquier guerra o agenda, uno puede discernir fácilmente cómo funcionan las mismas maquinaciones en la actualidad. Un ingrediente clave de toda movilización exitosa para la guerra o para la adquisición del poder es la explotación del miedo mediante la manipulación de la percepción.

El 11 de septiembre de 2001, los medios corporativos y la elite gubernamental lanzaron una agresiva campaña política y mediática hacia y contra el pueblo estadounidense. Con la pericia de los magos de la publicidad, los abastecedores de miedo elevaron nuestra percepción de una amenaza inminente inundando las ondas con bytes de sonido continuos, repetitivos, fáciles de aprender, palabras cargadas de significados emocionalmente cargados: Bin Laden, talibanes, Eje del Mal, Sadam Husein, Amenaza del Terror, Terrorista…” con justo la intensidad suficiente para persuadir con éxito al pueblo estadounidense a que busque la seguridad a cualquier precio.

El miedo generalizado y firmemente arraigado es el medio usado por el actual gobierno para lograr vender la “Guerra contra el Terror”, y al dejar que florezca ha solidificado la cooperación mecanizada de las masas ya que nuestros dirigentes apelan a la más básica de las necesidades humanas – la seguridad.

Han colocado el fundamento. Hoy en día, vuelven a anunciar la identificación de nuevas “amenazas” con una regularidad casi predecible. Ahora que el miedo está firmemente implantado en el inconsciente colectivo de USA, es empleado para racionalizar poderes dictatoriales sin precedentes de la Casa Blanca, para justificar la erosión de la privacidad y el despojo de derechos humanos que otrora eran tan religiosamente protegidos por la Constitución. Y por tanto, ¿qué se podía esperar de un gobierno cuya plataforma está construida sobre un substrato de miedo, fuera del miedo en sí?

El miedo trata de silenciar a los disidentes. A medida que el Movimiento por la Verdad gana ímpetu y acumula credibilidad, los explotadores del miedo han comenzado a pregonar otra “amenaza” más para la Seguridad Nacional – las mentes inquisitivas. Es una noticia al mismo tiempo buena y mala. Ya no nos pueden ignorar. Temerosos de quedar al descubierto, los Zares de la Propaganda saben que hay que marcar y desacreditar a los buscan la verdad si la corrupción gubernamental y el fraude corporativo han de florecer con toda su furia. Dicho esto, hay que prepararse para una campaña intensificada de temor y miedo. Todo grupo o individuo que cuestione vocalmente la historia oficial del 11-S o que ejerza su derecho de exigir responsabilidad al gobierno será calificado de “anti-estadounidense y anti-patriótico.”

Una estrategia bien documentada de propagandistas a través de la historia moderna, disolviendo la credibilidad mediante la difamación es una táctica calculada utilizada para persuadir al público desinformado para que se niegue a escuchar, en efecto, para que siga desinformado. Queda por ver si esta línea de ataque tendrá éxito, y el éxito depende de cada individuo que postula la libertad. En cuanto al ansia humana de seguridad, el deseo natural de afiliación y aceptación trabaja a favor de la elite belicista, hambrienta de poder, porque sabe que sólo los más valientes de los valientes se atreverán a arriesgar el ostracismo por una causa noble.

El miedo engendra miedo y embota la racionalidad. Bajo la influencia del miedo, el sistema nervioso autónomo tiene una reacción de lucha o huída. Tal vez esta reacción de una u otra clarifica el bipartidismo de esforzados luchadores por la libertad y los que son voluntariamente engañados. Los primeros se refuerzan con conocimientos. Los segundos, tienen tanto miedo de aniquilar ilusiones reconfortantes, que siguen defendiendo los crímenes de sus dirigentes seudo-conservadores, y al hacerlo, aplazan las ansiedades que seguramente acompañarían el esclarecimiento. Tan desesperados por creer en un Gran Hermano imaginariamente benévolo, Nosotros el Pueblo hacemos inconscientemente y a veces adrede oídos sordos a la verdad, y preferimos creer en una mentira. Nos arrullamos en la complacencia o en el sometimiento forzado. Permitimos que el miedo alimente una cultura de ignorancia silenciosa y de lealtad sin discernimiento que permite que florezcan los regímenes dictatoriales.

Haríamos bien en recordar que una población atemorizada es fácilmente conducida.

Traducido del inglés por Germán Leyens. www.rebelion.org

 


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Articles by: Donna J. Thorne

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