Israel se parece a un Estado fallido

Ha pasado un año desde el salvaje ataque israelí contra la franja de Gaza, pero para la gente de aquí el tiempo bien podría haberse detenido.

Desde que los palestinos de Gaza enterraron a sus seres queridos (más de 1.400 personas, de los cuales casi 400 eran niños) pocas cosas han cicatrizado y prácticamente nada se ha reconstruido.

Según las agencias de ayuda internacional, durante este año sólo se ha permitido la entrada a Gaza de 41 camiones con materiales de construcción.

Las promesas de miles de millones hechas en la conferencia de donantes celebrada en Egipto el pasado mes de marzo a la que asistieron las lumbreras de la llamada “comunidad internacional” no se han cumplido y continua el asedio israelí, apoyado por Estados Unidos, la Unión Europea, los Estados árabes y tácitamente por la Autoridad Palestina (PA) en Ramala.

Destacan unos pocos entre los interminables y espeluznantes datos estadísticos: de las 640 escuelas que había en Gaza 18 fueron destruidas completamente y 280 dañadas por los ataques israelíes. Doscientos cincuenta estudiantes y quince profesores fueron asesinados.

De las 122 instalaciones sanitarias que calcula la Organización Mundial de la Salud, el 48% fueron dañadas o destruidas.

El 90% de los hogares de Gaza siguen sufriendo cortes de electricidad durante ocho horas la día debido a los ataques israelíes a la red eléctrica y a la degradación causada por el bloqueo.

El 46% de la antes productiva tierra agrícola de Gaza está inservible debido al daño causado por Israel a las granjas y a las zonas declaradas por éste zonas de tiro libre. Han caído a cero las exportaciones de Gaza de más de 130.000 toneladas al año de tomates, flores, fresas y otras frutas.

Una coalición internacional de agencias de ayuda declaró recientemente que “no es una casualidad que la mayor parte de Gaza continúe en ruinas, sino que es una cuestión política”.

Esta política ha sido muy clara todo el tiempo y no tienen nada que ver con la “seguridad” israelí.

Desde el 19 de junio de 2008 al 4 de noviembre de 2008 prevaleció la calma entre Israel y Gaza ya que (como el propio Israel ha reconocido) Hamás respetó estrictamente un alto el fuego negociado.

Este alto el fuego se vino abajo cuando Israel lazó un ataque sorpresa contra Gaza que mató a seis personas, después de lo cual Hamás y otras facciones de la resistencia respondieron.

Aún entonces las facciones palestinas estaban deseando retomar el alto el fuego, pero fue Israel quien se negó y en vez de ello eligió emprender un ataque sistemático y premeditado contra los cimientos de la vida civilizada en la franja de Gaza.

La Operación Plomo Fundido, como la denominó Israel, fue un intento de destruir de una vez por todas la resistencia en general y a Hamás en particular, que en 2006 había ganado las elecciones y había sobrevivido al bloqueo y a numerosos intentos patrocinados por Estados Unidos de minarla y de derrotarla en colaboración con milicias palestinas apoyadas por Estados Unidos.

Al igual que las sanciones asesinas a Iraq en la década de 1990, el bloqueo de Gaza estaba calculado para privar a los civiles de necesidades y derechos básicos, y de la dignidad con la esperanza de que su sufrimiento obligara a sus dirigentes a rendirse o a derrumbarse.

En muchos aspectos las cosas pueden parecer aún más espantosas que hace un año.

Barack Obama, el presidente estadounidense, del que muchos esperaban que cambiaría las despiadadas políticas antipalestinas de su predecesor, George W. Bush, en vez de ello las ha intensificado mientras que incluso la pretensión de un serio esfuerzo de paz se ha desvanecido.

Según informan los medios de comunicación, el Cuerpo de Ingenieros del ejército estadounidense está asesorando a Egipto en la construcción de un muro subterráneo en su frontera con Gaza para bloquear los túneles que actúan como cuerda de salvamento para el territorio asediado (recursos y esfuerzos que deberían destinarse a la reconstrucción del todavía devastado por el huracán Nuevo Orleáns) y las armas estadounidenses siguen afluyendo a las milicias de Cisjordania implicadas en una guerra civil patrocinada por Estados Unidos e Israel contra Hamás y cualquiera que pueda resistir a la ocupación y colonización israelíes.

Estos hecho son incuestionables y funestos.

Sin embargo, centrarse únicamente en ellos sería pasar por alto una situación mucho más dinámica que sugiere que el poder y la impunidad de Israel no son tan invulnerables como sugiere esta foto fija.

Un año después del ataque de Israel y después de más de dos años y medio de bloqueo, los palestinos de Gaza no se han rendido. En vez de ello ha dado al mundo una lección de firmeza y de dignidad, incluso a un coste atroz e inimaginable.

Es cierto que los dirigentes de la Unión Europea que vinieron al Jerusalén ocupado el pasado mes de enero para abrazar públicamente al entonces primer ministro israelí Ehud Olmert mientras que el fósforo blanco quemaba la carne de los niños palestinos y había cuerpos bajo los escombros todavía agachan la cabeza antes sus respectivos lobbies pro-Israel, lo mismo que los políticos canadienses y estadounidenses.

Pero es palpable el cambio en la opinión pública mientras que sus propias acciones transforman a Israel en un paria cuyas fuerzas directrices no son los valores democráticos liberales con los que afirma identificarse, sino el ultranacionalismo, el racismo, el fanatismo religioso, el colonialismo y un orden judío supremacista mantenido por medio de masacres frecuentes.

La causa universalista de justicia y liberación para los palestinos está ganando adherentes e ímpetu, especialmente entre los jóvenes. Fui testigo de ello por ejemplo entre jóvenes estudiantes malasios a los que conocí en una conferencia de solidaridad con Palestina organizada por la Unión de ONG del Mundo Islámico en Estambul el pasado mes de mayo y de nuevo en noviembre cuando cientos de organizaciones de estudiantes de todo Estados Unidos y Canadá se reunieron para planificar su participación en la campaña global dirigida por palestinos de boicot, desinversión y sanciones según el modelo de la exitosa lucha contra el apartheid sudafricano en la década de 1980.

Esta semana, miles de personas de decenas de países están tratando de llegar a Gaza para romper el asedio y marchar junto con los palestinos que han estado organizándolo desde el interior.

Cada uno de los individuos que viajan con la Marcha Libertad para Gaza, Viva Palestina, u otras delegaciones quizá representan a cientos de otras personas que no pueden hacer el viaje personalmente y que están participando en el acontecimiento con manifestaciones y conmemoraciones, visitas a sus altos cargos electos y campañas mediáticas.

En contra de este floreciente activismo, el sionismo esta luchando por rejuvenecer su menguante base de apoyo. Programas multimillonarios con el objetivo de reclutar y sionizar a jóvenes judíos estadounidenses luchan por competir contra organizaciones como la Red Judía Antisionista que no maneja dinero sino un compromiso con la igualdad humana que está basado en principios.

Cada vez más vemos que los esfuerzos de hasbara (propaganda) de Israel no tienen un mensaje positivo ni ofrecen ningún caso plausible para mantener un status quo de una represión y violencia incalificables, y en vez de ello se basan en la demonización y deshumanización de los árabes y musulmanes para justificar las acciones de Israel e incluso su propia existencia.

Al tener que hacer frente al cada vez mayores reconocimiento global y apoyo a la valiente lucha no violenta contra el continuo robo de tierra en Cisjordania Israel está aumentando su violencia y secuestrando a los dirigentes del movimiento en Bilin y otros pueblos (Mohammad Othman, Jamal Juma’ y Abdallah Abu Rahmeh son algunos de los dirigentes de este movimiento detenidos recientemente).

Actuando de esta manera Israel se parece cada vez más a un desacreditado Estado fallido no a un régimen seguro de su legitimidad y longevidad.

Y a pesar de los esfuerzos de la fracasada industria del proceso de paz por ridiculizarlo, suprimirlo y minimizarlo, existe un creciente debate entre los palestinos e incluso entre israelíes acerca de un futuro compartido en Palestina/Israel basado en la igualdad y la descolonización en vez de en la segregación etno-nacional y la repartición forzada.

Por último pero, desde luego, no menos importante, a la sombra del Informe Goldstone los dirigentes israelíes viajan por el mundo con temor a ser arrestados por sus crímenes.

Por ahora pueden confiar en la impunidad que la complicidad internacional de alto nivel y la inercia de su poder e influencia todavía les concede. Pero la pregunta para la verdadera comunidad internacional (formada por personas y movimientos) es si queremos seguir viendo cómo se desmantela y corrompe sólo por un Estado canalla el todavía incompleto sistema de derecho y de justicia internacional minuciosamente construido desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto nazi.

Lo que hemos hecho en solidaridad con el pueblo palestino en Gaza y el resto de Palestina no es suficiente todavía. Pero nuestro movimiento está creciendo, no puede ser detenido y llegaremos a nuestro destino.

Ali Abunimah es co-fundador de The Electronic Intifada y autor de One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse. Estará entre las más de 1.300 personas de 42 países que viajan esta semana a Gaza con la Marcha de la Libertad para Gaza. Este artículo se publicó originalmente en Al-Jazeera y se publica con permiso del autor.

Enlace con el original: http://electronicintifada.net/v2/article10969.shtml

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.


Articles by: Ali Abunimah

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