Israel, la resolución 2334 y la última burla de Obama a los palestinos

Mientras un rabino israelí prohibía la visita al árbol de Navidad por ser “una afrenta a la identidad judía”, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba una resolución exigiendo a Israel el fin de los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén, y la destrucción de las viviendas palestinas. EEUU, por vez primera, dejó de vetar una condena a Israel y se abstuvo. La iniciativa fue presentada por Egipto, aunque había sido gestada por la Casa Blanca, como refleja la prensa hebrea del mes pasado.

Si con ello, Barak Obama pretendía en la recta final de su presidencia colocarse en el lado correcto de la historia, y también salvar a Israel de sí mismo, fracasó en ambos objetivos. Esta resolución que se niega a tomar medidas para forzar a Israel a cumplirla, no hace ninguna referencia al cruel bloqueo a Gaza, ni trata el derecho de retorno de los refugiados, se convertirá en otro papel mojado.

Al principio de su mandato, Barak Obama mostró algo de simpatía hacia la causa palestina: eligió a Egipto, no a Israel, como el destino de su primer viaje al extranjero, donde reconoció “la intolerable situación del pueblo palestino”. También intentó desligar la agenda política de EEUU para Oriente Próximo a los planes de Tel Aviv, pero ante los gritos de Netanyahu de “Aquí mando yo”, al final se rindió, convirtiéndose en el presidente de EEUU que más apoyo diplomático, económico y militar ha prestado al régimen israelí: vetó dos resoluciones en 2011 y 2013 que condenaban los asentamientos ilegales de Israel y se negó a reconocer el Estado palestino. Luego, sin rubor, respaldó la brutal agresión de Israel a Gaza en 2014 y firmó un paquete de ayuda militar a este país por el valor de 40.000 millones de dólares (sacados del bolsillo de los norteamericanos), mientras presionaba a los palestinos que debían “portarse bien” tragando bombas, como condición previa de iniciar el proceso de paz. La cuestión palestina es otro de los grandes fracasos de Obama en su política exterior.

Lo que une a Trump con Netanyahu

El provocador Donald Trump, que ha prometido “reducir la asistencia de EEUU a Naciones Unidas” como castigo por esta resolución, comparte con Netanyahu la ideología racista: Uno habla de la “supremacía blanca” (¡blanca estadounidense!) sobre el mundo y el otro la de los judíos sobre los pueblos de Oriente Próximo. Entre las tareas de los 100 primeros días en el cargo del presidente Trump está el traslado de la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén. La gravedad de dicho plan es tal que Obama acaba de renovar por otros seis meses la renuncia presidencial a mover la sede diplomática de Tel Aviv. Lo mismo hicieron Bush y Clinton. Sin duda, las discrepancias en el seno del poder en Washington sobre el papel de Israel en la zona es una de las principales barreras para la solución de la cuestión palestina.

Una relación asimétrica donde un pequeño país ha vivido la superpotencia, sin siquiera darle las gracias o mostrarle respeto al menos en público. Israel está más interesado en la tierra, el agua y el petróleo de los vecinos que en la paz, y avanzará en sus planes de crear el “Gran Israel”, ahora que la “cuestión palestina” no es prioridad para la ONU o para alguna potencia, y eso a pesar de que sus aliados temen las imprudencias de los mandatarios hebreos.

Esta derrota diplomática de Israel no significa ninguna victoria para Palestina. La caída de la Unión Soviética primero y la destrucción de Irak, Libia, Siria y la soga al cuello de Irán que representa el acuerdo nuclear, han cambiado el equilibrio de fuerzas en la región en perjuicio del pueblo palestino. El proceso de paz está muerto y en estos momentos ya no sirven los mecanismos tradicionales de ejercer una presión tangible sobre Israel para que cumpla con la legalidad internacional. Difíciles tiempos para los palestinos que exigen nuevas e ingeniosas formulas de conseguir sus derechos.

Nazanín Armanian

Nazanín Armanian: Investigadora en geopolítica de Oriente Medio y el mundo islámico.


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