Ford: perspectivas del efecto Trump

En la mañana de ayer el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó a la empresa General Motors (GM) con hacerla pagar un impuesto fronterizo si continuaba produciendo en México uno de sus modelos de automóvil.

Unas horas más tarde, Ford Motor Company, rival de GM, anunció su decisión de cancelar inversiones por mil 600 millones de dólares en una fábrica que había programado construir en el estado de San Luis Potosí y canalizar tales recursos a la planta que ya posee en Michigan.

Aunque el presidente de la Ford, Mark Fields, negó que la decisión hubiera obedecido a un acuerdo con Trump, y afirmó que había sido tomada con el propósito de mejorar la rentabilidad, lo cierto es que durante su campaña presidencial el magnate neoyorquino amenazó a la empresa en reiteradas ocasiones con fuertes sanciones fiscales si persistía en sus planes de trasladar una parte de su producción a nuestro país.

El episodio, que provocó una fuerte depreciación del peso mexicano frente al dólar y obligó al gobierno federal a descartar –por conducto de Alfonso Guajardo, secretario de Economía– una reacción en cadena de retiros y cancelaciones de inversión extranjera, particularmente estadunidense, tiene sin embargo un precedente cercano: a finales de noviembre pasado la empresa Carrier, fabricante de equipos de aire acondicionado, desistió de trasladar parte de sus procesos productivos a México –que implicaban unos 2 mil puestos de trabajo– y, tras un acuerdo con el presidente electo, optó por mantenerlos en Indiana.

La determinación de la Ford es indicativa de lo que les espera a las economías de ambos países: a la del nuestro, una severa disminución de las inversiones procedentes del país vecino, y a la estadunidense, un notable encarecimiento de sus procesos de producción.

Si bien es cierto que Trump difícilmente podrá cumplir en su totalidad con sus amenazas de deportar a tres millones de migrantes indocumentados en sus primeros meses de gobierno y de regresar a territorio de Estados Unidos las fábricas que se han establecido al sur del río Bravo, debe considerarse que llevará ambos propósitos tan lejos como pueda, lo que va a generar una dislocación significativa en la economía mexicana.

Es necesario, en consecuencia, reconocer que el modelo de desarrollo instaurado en nuestro país a partir del salinato y de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, del que la integración con Estados Unidos ha sido columna vertebral, se ha quedado sin fundamento, y es apremiante emprender con urgencia la reconfiguración económica del país, con la mirada puesta en el mercado interno y en la diversificación comercial.

La Jornada


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