Es el momento de afirmar “soy jerosolimitano”
Hace 25 años cayó el Muro de Berlín. La famosa afirmación de John F Kennedy, “Soy berlinés”, convirtió este Muro en el símbolo que Occidente había elegido para encarnar al “otro” al que se enfrentó durante décadas y con el que justificó infinidad de guerras, su apoyo a dictaduras, la tortura por todo el mundo y la represión interna. El 9 de noviembre de 1989 supuso el fin de la era de la Guerra Fría y el inicio de la del “choque de civilizaciones”. Con la vuelta al viejo plan orientalista las poblaciones árabes y musulmanas se convirtieron en el nuevo enemigo.
En 2002 empezó la construcción de un nuevo muro, mucho más largo, mucho más alto y una herramienta para confiscar a gran escala tierras y recursos. El Muro del Apartheid israelí, construido sobre tierra palestina, crea eficazmente bantustanes que separan a los agricultores palestinos de sus tierras, a las familias de sus parientes y a los niños de sus escuelas. Este Muro es otra manifestación física de la campaña de limpieza étnica de los palestinos por parte de Israel. Hace imposible un Estado palestino o la autodeterminación palestina. Desgraciadamente, hoy el Muro del Apartheid de Israel es el símbolo mismo del propio paradigma del mundo “libre”: bajo la cobertura de la “seguridad” y de la “legítima defensa” se excusa y acepta todo lo que hace Israel.
Otra capital, Jerusalén, se convierte hoy en nuevo campo de batalla simbólico. Esta vez no hay puentes aéreos o discursos grandiosos estadounidenses sino la resistencia cotidiana de la gente por sus derechos, su dignidad y la propia existencia de la ciudad. El pasado viernes [7 de noviembre], exactamente un cuarto de siglo después de la caída del Muro de Berlín, por toda Jerusalén Oriental los palestinos se enfrentaron a las fuerzas israelíes que ocupan su capital. Solo en el campo de refugiados de Shuafat resultaron heridas setenta personas y otras 250 sufrieron asfixia a causa los gases lacrimógenos utilizados por la policía de fronteras israelí. En Bir Nabala el comité popular echó abajo una parte del Muro del Apartheid. Los palestinos de Jerusalén toman su destino en sus manos. No pueden permitirse seguir esperando a que la comunidad internacional cumpla con sus obligación de asegurar que Israel deja de violar el derecho internacional y echa abajo el Muro, tal como estipuló la opinión consultiva emitida en 2004 por la Corte Internacional de Justicia. Ahora es el momento de que las personas de todo el mundo se alcen solidarias, en contra de la connivencia de sus propios dirigentes políticos y afirmen: “Soy jerosolimitano” .
La “Intifada de Jerusalén”
Jerusalén siempre ha sido un elemento fundamental en las estrategias israelíes. Durante las campañas israelíes de limpieza étnica en 1948, la masacre más cruel y emblemática de civiles palestinos ocurrió en Deir Yasin, a las afueras de Jerusalén. Desde que ocupó la parte oriental de la ciudad en 1967 Israel ha trabajado sin descanso para anexionarse de facto todo Jerusalén y borrar la presencia palestina en la ciudad. Con todo, en los últimos meses la agresión israelí a Jerusalén ha aumentado exponencialmente.
La expansión de las colonias en Jerusalén ha sido continua y es una provocación sistemática mientras Israel roba cada vez más tierra palestina para las colonias para judíos. Solo en los dos últimos meses Israel ha anunciado 2.600 nuevas viviendas para colonos en Givat Hamatos, otras 640 en Ramat Shlomo y 400 en Har Homa. En el barrio palestino de Silwan los ilegales colonos se apropiaron de más de 25 viviendas palestinas.
Además de esto, Israel provoca intencionadamente la ira de todo el mundo musulmán al atacar la Mezquita Al-Aqsa y el vecino complejo del Santuario Noble*. En los últimos seis meses los colonos israelíes han invadido la zona casi diariamente protegidos por el ejército israelí y en violación tanto de las leyes israelíes como de los acuerdos internacionales. Los dirigentes políticos israelíes se unen regularmente a los colonos con lo que demuestran que no es un movimiento marginal sino una estrategia del gobierno. Se ha vuelto rutinario que Israel trate de cerrar el Santuario Noble a los palestinos por las mañanas. Mientras los palestinos rezan en sus santos lugares hay enfrentamientos casi a diario. Por primera vez desde que Saladino liberara Jerusalén de manos de los cruzados las fuerzas de ocupación israelíes han cerrado completamente el complejo del Santuario Noble e incluso han prohibido la llamada a la oración en dos ocasiones en las últimas semanas.
Últimamente han sido las mujeres quienes han estado sobre todo al frente en los enfrentamientos para defender el acceso a los santos lugares musulmanes ya que desde hace dos años Israel prohíbe a todos los hombres palestinos menores de 50 años entrar en la mezquita de Al Aqsa. A consecuencia de ello, Israel también prohíbe ahora la entrada a todas las mujeres palestinas menores de 40 años. Además de ello, las fuerzas de ocupación exigen ahora a los palestinos que entren en la mezquita dejar sus documentos de identidad en las puertas de entradas y cuando abandonan el complejo se obliga a muchos de ellos a presentarse ante la policía israelí para ser interrogados.
Sin embargo, lo que verdaderamente desencadenó el actual levantamiento de los habitantes de Jerusalén en contra de la ocupación fue el cruel asesinato del adolescente jerosolimitano de 16 años Mohammed Abu Khdair, que fue secuestrado y quemado vivo por un grupo de colonos israelíes el 2 de junio. Esto desencadenó el preludio de la actual “Intifada de Jerusalén”, con enfrentamientos por toda la ciudad. La movilización se extendió rápidamente a las ciudades y barrios de ciudadanos palestinos de Israel en Galilea y Cisjordania. Esta oleada de protestas solo decayó a consecuencia del espantoso ataque israelí a Gaza, una masacre cuyo objetivo parcial fue desviar la atención y romper la dinámica de movilizaciones del resto de Palestina. Sin embargo, inmediatamente después de la masacre las protestas se volvieron a intensificar cuando Israel anunció la construcción de nuevas viviendas para colonos y la confiscación de 4.000 dunums (400 hectáreas) de tierra palestina en el ocupado Jerusalén.
Israel utiliza estas protestas como pretexto para imponer un asedio aún más férreo a Jerusalén. A las fuerzas de policía existentes se les han unido mil policías de fronteras que patrullan las zonas palestinas. Policías fuertemente armados paran arbitrariamente a los palestinos y cuando menos los intimidan e imponen falsas multas administrativas. El objetivo de Israel es expulsar así a los palestinos de las calles.
Estas medidas drásticas para frenar la resistencia palestina sirven al discurso interno israelí. Los políticos exigen un uso excesivo y aplastante de la fuerza en contra de los palestinos para rehabilitar su propia imagen de potencia invencible tras la derrota militar de facto de este verano en Gaza. No obstante, en vez de sojuzgar fácilmente a los palestinos, como era previsible estos ataques están haciendo lo contrario. Los jerosolimitanos continúan tomando las calles y las protestas se están extendiendo a Cisjordania y Galilea. El primer ministro Netanyahu se vio incluso obligado a pedir a los colonos que dejaran temporalmente de invadir la mezquita de Al Aqsa en un intento calmar la situación.
Bantustanes en ciernes
La insistencia de Israel en sojuzgar la resistencia palestina en Jerusalén va mucho más allá del simbolismo inherente del control total de la capital y los santos lugares palestinos. Dividir Cisjordania en una parte norte y otra sur creando un corredor de colonias desde Jerusalén hasta el Mar Muerto es una necesidad geoestratégica del proyecto de bantustanización de Cisjordania.
Junto a los ataques a Jerusalén se está acelerando la limpieza étnica de 46 comunidades palestinas beduinas que viven en las colinas que se extienden desde Jerusalén al Valle del Jordán, en el límite oriental de Cisjordania. Las autoridades de ocupación están planeando crear unas “zonas de reubicación” de estas comunidades que se parecen a los barrios segregados (townships) de la Sudáfrica de la época del apartheid. Al mismo tiempo se están llevando a cabo las obras para abrir un túnel desde al-Aizariya a Anata, y cerrar al mismo tiempo las carreteras históricas que comunicaban el sur de Cisjordania con el norte y el valle del Jordán. En junio se cerró temporalmente el checkpoint al norte de Belén a aquellas personas que no tuvieran el permiso necesario, como una prueba para separar el sur del norte de Cisjordania.
El violento aplastamiento de la resistencia en Jerusalén y la división de Cisjordania en dos partes aisladas sería un enorme paso para completar la bantustanización de Palestina. Esto sería una fase más del plan de Ariel Sharon de llevar a cabo la “desconexión” de todos los guetos palestinos atrapados tras el Muro del Apartheid al tiempo que anexiona el resto de la tierra y hace imposible cualquier autodeterminación palestina.
“¡Adelante, Cisjordania, por el amor de Dios!”
Teniendo en cuenta lo anterior, no es de extrañar que una de las consignas más extendidas en las protestas en Jerusalén sea “¡Adelante, Cisjordania, por el amor de Dios!”. Aunque se están acalorando decenas de protestas en Cisjordania, todavía está por estallar una tercera Intifada a plena escala a pesar de la construcción acelerada de colonias, la violencia contra los civiles palestinos y la destrucción de comunidades enteras.
Una razón es que los manifestantes en Cisjordania además de a la represión israelí se enfrentan a las fuerzas de policía de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que prohíben las protestas en las zonas que están bajo su control como parte de la “coordinación de seguridad” con Israel. Sin lugar a dudas las fuerzas de policía palestinas no soportarían un verdadero estallido de una Intifada, pero logran poner freno a algunas protestas por medio del uso de la fuerza y de un factor desmoralizador.
La determinación del pueblo también se ve bastante frustrada por la falta de un liderazgo político unificado. El presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, ha afirmado en varias ocasiones que no permitiría una tercera Intifada. Por el momento los partidos políticos palestinos no han mostrado suficiente capacidad de respuesta para desarrollar una estrategia nacional de resistencia que pueda capitalizar políticamente los sacrificios de una Intifada. Tras la Primera Intifada que tuvo como resultado los Acuerdos de Oslo y la Segunda Intifada, que llevó al fortalecimiento de las corrientes neoliberales y proestadounidenses en la ANP, los palestinos son escépticos, con razón, acerca de los posibles resultados políticos de otra Intifada sin el necesario liderazgo.
Los llamamientos más estratégicos de la lucha palestina provienen hoy de las calles. En primer lugar, el llamamiento a apoyar la resistencia y los derechos del pueblo palestino en Jerusalén. La segunda reivindicación que retumba en las calles y en las protestas es el llamamiento a poner fin inmediatamente a la “cooperación de seguridad” entre la ANP e Israel. Dado que el ejercito israelí sigue cometiendo crímenes de guerra y otros abusos, el actual intercambio de información y la coordinación logística entre la ANP y las fuerzas de ocupación no es sino una afrenta a la dignidad, el sacrificio y la lucha del pueblo palestino. En vez de actuar en connivencia con las mismas fuerzas que han estado atacando al pueblo palestino durante las últimas siete décadas, hay que hacer que asuman sus responsabilidades aquellas personas responsables de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad. La tercera demanda es que los dirigentes palestinos firmen el acceso al Estatuto de Roma y a la Corte Penal Internacional, y lleven a juicio a los criminales de guerra israelíes.
Parece que este sencillo plan de tres puntos que se está desarrollando en las calles de Palestina tiene más posibilidades de acabar con el actual punto muerto de represión y construir una base sólida para el inevitable estallido de una tercera Intifada que los proyectos diplomáticos del los dirigentes palestinos y del mundo.
Es el momento de que todos nosotros, tanto en Palestina como en todo el mundo, afirmemos “todos somos jerosolimitanos”.
Jamal Juma y Maren Mantivani
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Nota
* “El emplazamiento de la mezquita [de Al-Aqsa] está cerca de Haram al-Sharif (Santuario Noble), un complejo de santos lugares islámicos que incluye la mezquita de Al-Aqsa y está flanqueado en uno de sus lados por el Muro Occidental [o Muro de las Lamentaciones], un lugar de rezo fundamental para los judíos”, Jonathan Cook, “La desaparición de las mezquitas” (N. de la T.)
Jamal Juma es el coordinador general de la Campaña Stop de Wall (Stop the Wall Campaign).
Maren Mantovani es la coordinadora de las relaciones internacionales de la Campaña Stop de Wall (Stop the Wall Campaign).
Una versión reducida de este artículo se publicó en Al Jazeera, http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2014/11/time-say-i-am-jerusalemite-201411128235835808.html