El Mercosur en la era Trump

Para realizar el análisis de cuáles podrían ser los impactos del gobierno de Trump sobre el Mercosur debe tenerse en cuenta, en primer lugar, que la economía mundial se encuentra en un punto de inflexión: la globalización está retrayéndose y es cuestionada en los países periféricos y en los países centrales. En efecto, genera desocupación estructural, precarización del trabajo y el descenso en el nivel de vida de amplios sectores en los países centrales y, como contracara, provoca la sobre explotación de la mano de obra en los países periféricos.

El programa económico de Trump está dirigido, en parte, a los desplazados de la globalización a los que les prometió reindustrializar los Estados Unidos para que haya fuentes de trabajo para los norteamericanos.

Con ese fin realizaría una política de sustitución de importaciones, cuyos principales instrumentos serían: aumento de los aranceles a la entrada de productos “maquilados”;  redefinir y acotar los tratados de libre comercio, como el NAFTA;  rechazar los tratados plurilaterales como el Transpacífico; bajar los impuestos y subsidiar a las corporaciones que vuelvan a producir dentro de los Estados Unidos.

Para aumentar el nivel de actividad realizaría un shock de demanda tipo keynesiano a través de grandes inversiones en infraestructura financiada en parte por el Estado y en parte por el sector privado, la asociaciones público privadas. La expulsión de los trabajadores inmigrantes “ilegales” -que tienen menores salarios y prestaciones- es otra de las medidas para favorecer  a la mano de obra local. Todo esto enmarcado en un discurso xenófobo,  básicamente contra mexicanos y  musulmanes.

Otro punto de su plataforma de indudable importancia es su rechazo a los acuerdos contra el calentamiento global y su decisión de utilizar al máximo las energías tradicionales, incluido el fracking.

El Mercosur en la periferia

Con la profundización de la crisis han caído sustancialmente los precios de los productos primarios que exportan los países periféricos y se procesa un debilitamiento económico de los mismos y un empobrecimiento creciente de las clases subordinadas.

Complementariamente se está revalorizando el valor del dólar y su papel como principal moneda internacional mientras pierden peso las monedas que se plantearon como alternativas, caso del Euro,  y se deprecian las monedas de los países periféricos.

En ese marco el Mercosur fue severamente afectado con el cambio de ciclo de los precios de sus exportaciones lo cual produjo procesos recesivos en las principales economías del bloque: Argentina y Brasil.

Las políticas de conciliación de clases impulsadas por los gobiernos progresistas decayeron fuertemente por la falta de recursos para atender simultáneamente los requerimientos de los trabajadores, los capitalistas y amplios sectores de la población desocupada o con trabajos precarios que dependen básicamente de las políticas sociales. Por supuesto, a todo lo anterior debe sumársele la corrupción y el burocratismo.

La derecha retomó el gobierno en Argentina, Brasil y Paraguay con posiciones claramente favorables a la firma de acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos y, consecuentemente, a la expulsión de Venezuela del Mercosur, habilitado por la abstención de Uruguay que podría haber vetado esta decisión.

 La relación económica

En primer lugar hay que señalar que ni el Mercosur como bloque, ni ninguno de sus países miembros, tiene acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y sólo dos países, Argentina (1991) y Uruguay (2005) tienen tratados bilaterales de inversión con dicho país.

La Inversión Extranjera Directa (IED) de los Estados Unidos en los países miembros del Mercosur es relativamente baja, según lo reporta la CEPAL en su informe sobre la IED de 2016. A título de ejemplo, la mayor economía del bloque, Brasil recibe de Estados Unidos 14% del total de la IED, 22% de los Países Bajos y 50% de otros países europeos. En los casos de Argentina y Paraguay, la participación de la IED estadounidense, en 2014, es cercana al 40%; en Uruguay solo llega al 5%. Debe tenerse en cuenta que, aproximadamente, las tres cuartas partes de la IED que llega de Estados Unidos al Mercosur va a Brasil, otra cuarta parte a Argentina y solo un uno por ciento a Paraguay.

Las exportaciones del Mercosur a Estados Unidos llegaron en 2015 a 13,2%, lo que representa solo 2% del total de importaciones de los Estados Unidos. Así lo registró la CEPAL en el “Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe – 2016”. Cabe destacar que los productos exportados son en su mayor parte bienes primarios que no desplazan mano de obra estadounidense y no serían afectados por las medidas proteccionistas.

A partir de estos datos, se podría conjeturar que las medidas que se apresta a implementar Trump no tendrían un impacto económico directo y significativo sobre el Mercosur, aunque es muy probable que los impactos que estas políticas tendrán en México y Centroamérica lo afecten en forma indirecta.

Aspectos geopolíticos

Desde el punto de vista geopolítico, para la administración Trump el verdadero enemigo es China, tanto por lo que denomina “competencia desleal”, como por la amenaza que significa la enorme masa de dólares en poder del gobierno chino.

Barak Obama también actuó frente a China como un “enemigo económico” a desplazar para lo cual impulso un conjunto de acuerdos plurilaterales que excluían a China, en particular el Trade in Services Agreement (TISA) y el Trans-Pacific Partnership (TPP) que  restringirían la expansión comercial y la presencia de la IED China en el mundo.

La estrategia de Trump es mucho más confrontativa planteando un profundo distanciamiento comercial con China y una política de alianzas con Rusia y sus aliados para lograr la estabilidad en Oriente Medio garantizando el acceso al petróleo y reduciendo el flujo de refugiados. Busca, también, el acercamiento con todas aquellas fuerzas políticas europeas de derecha que tienen como bases sociales a los desplazados por la globalización, tales como los líderes del Brexit en Gran Bretaña y Marie Le Pen en Francia.

Con esa misma lógica sus aliados naturales en el Mercosur serán los países gobernados por la derecha –Argentina, Brasil y Paraguay– quienes han acordado la suspensión, paso previo a la expulsión, de Venezuela.

El enemigo, por supuesto, será el gobierno de Venezuela y, obviamente, todos aquellos que fomenten el avance Chino en el continente.

La derecha política y los grandes grupos económicos que operan en el Mercosur –al igual que en los Estados Unidos– hubieran preferido que continuara la estrategia norteamericana basada en los  tratados de “nueva generación”  como el TPP que, según fue anunciado, sería rechazado por Trump. Con dichos tratados buscaban la profundización, hasta sus últimas consecuencias, del modelo de acumulación vigente, lo que implicaba la expansión del capital a los ámbitos que aún están en manos del Estado y la consolidación de una nueva estructura institucional favorable al capital transnacional.

A modo de conclusión

La era Trump augura un proceso de agudización de las contradicciones entre los sectores  ligados al capital transnacional – principales impulsores y beneficiarios de la globalización – y sectores ligados a la producción para el  gigantesco mercado interno norteamericano. El resultado de esa disputa incidirá, sin duda, en las políticas económicas que se apliquen en el Mercosur, pero no afectará la alianza estratégica de las clases dominantes, ni las políticas de sobre explotación del trabajo y de los bienes comunes.

Cualquiera sea la fracción ganadora y los instrumentos que utilice la clase trabajadora debera enfrentar un acrecentamiento de la ofensiva del capital.

Antonio Elías

Antonio Elías: Máster en Economía,  docente de la Universidad de la Republica, Vicepresidente de la Sepla, miembro de Redem y Director del Instituto de  Estudios Sindicales (INESUR). 


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