El final de la Pax Americana : ¿Otro mundo es posible?
Desde la caída de la Unión Soviética, a principios de los años noventa, Estados Unidos ostenta orgullosamente el título de ‘única superpotencia global’. En aquellos años, la eliminación de la amenaza roja era considerada por los líderes del ‘mundo libre’ como un gran paso hacia la utópica paz mundial. El cese de las tensiones entre los dos bloques nucleares marcaba así el fin de una Era dónde el fantasma de la destrucción mutua estremecía los corazones a uno y otro lado de la frontera ideológica. “Lo que estamos viviendo no es solamente el final de la Guerra Fría, sino el final de la historia misma, el punto cumbre de la evolución ideológica y la universalización de la democracia liberal occidental“, destacaba Francis Fukuyama en su famoso libro, El final de la Historia y el último hombre. Identificado con las ideas de Hegel y Kojève, el intelectual americano consideraba que la humanidad se encaminaba indefectiblemente hacia la etapa final del progreso : un Estado homogéneo y universal, basado en el libre mercado y los valores occidentales. Comenzaba así “una era en dónde las naciones del mundo, al este y al oeste, norte y sur, pueden prosperar y vivir en armonía“, según palabras de George Bush padre [1]. Sin embargo, las promesas de paz y prosperidad de una sociedad global unida bajo una misma concepción del mundo nunca vieron la luz…
A veinticinco años de la caída del Muro de Berlín las injusticias del sistema parecen hoy más visibles que nunca. ¿Es la hegemonía incuestionable del modelo económico neoliberal, que se profundizó idelógicamente y expandió territorialmente durante los años noventa, la razón de la crisis internacional y de la anarquía capitalista actual? Más importante aún ¿Es la dominación político-militar absoluta de Estados Unidos, convertido en una suerte de policía mundial, una garantía de estabilidad y seguridad para las naciones alrededor del globo? El mundo unipolar, la Pax Americana, muestra hoy sus dientes ante la amenaza de potencias emergentes que, tras un cuarto de siglo de americanización planetaria, ponen hoy en peligro su reinado. ¿Somos testigos del comienzo de una nueva Guerra Fría, de una nueva división del mundo en dos bloques? De ser así, ¿Es esto beneficioso o perjudicial para la humanidad?
Construyendo la ‘realidad’
29 de julio de 2014. Apoyado por la indignación internacional tras la tragedia del avión de Malaysia Airlines en suelo ucraniano, el presidente americano Barack Obama anuncia la tercera ola de sanciones económicas a Rusia. Las mismas, golpean al gigante eslavo en el área de la defensa, la energía y el sistema financiero. Europa y Estados Unidos acusan al Kremlin de apoyar a los rebeldes al este de Ucrania y continúan en su esfuerzo por presionar a Vladimir Putin para que abdique en su intención de influir en la política interna de ese país. “Los ucranianos no pueden aceptar que Rusia arme separatistas que desarrollan actividades terriblemente destructivas en territorio ucraniano” afirma Obama, y advierte a Rusia que debe respetar la soberanía de Ucrania y abandonar sus intenciones de convertirla en un “país vasallo”. [2]
Las palabras del ‘líder del mundo libre’ encierran una gran lección de ética política : respetar la soberanía de terceros países, evitar influir políticamente, y por sobre todas las cosas, no alimentar conflictos armados fuera de las propias fronteras. ¿Cómo no adherir a tan loable discurso? Sin embargo, las tensiones geopolíticas crecientes en el Medio Oriente tiraron por la borda las declaraciones de la Casa Blanca en contra de las políticas intervencionistas, que el presidente americano llamaría el “bullying” de los países grandes. “Hoy he autorizado dos operaciones en Irak, ataques aéreos para proteger el personal americano, y un esfuerzo humanitario para salvar a miles de civiles iraquíes de una muerte casi segura” afirmaría Obama días después (7 de agosto), luego de la avanzada del grupo armado fundamentalista Estado Islámico en Iraq y Siria. “Estados Unidos esta preparado para desarrollar acciones militares en Irak cuando la situación lo requiera” aseguraría un desafiante presidente norteamericano [3]. Semanas después la fuerza aérea más poderosa del mundo cruzaría la frontera oeste, entrando así a territorio sirio.
Con esta última acción la mayor potencia del planeta ignoraría el Derecho Internacional que establece que, salvo en los casos de legítima defensa (protegida por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas), el ataque a un territorio extranjero no puede ser decidido de manera unilateral sino a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, o en su defecto (a menudo para evitar el veto de China o Rusia) vía la Organizacion del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Es así que, al igual que su predecesor en Irak el año 2003, el ganador del premio Nobel de la Paz desafió a la comunidad internacional al implementar una operación militar en Siria sin autorización de Damasco o de la ONU. Se deduce entonces que Washington considera que una intervención militar unilateral e ilegal no es necesariamente contraria a la defensa de la democracia y de la paz en el mundo. ¿La diferencia radicaría tal vez en hacerlo cómo y cuándo se debe? Veamos.
Las cosas claras. Las temibles milicias extremistas de Estado Islámico, que atentan contra la paz en un ya conflictivo Medio Oriente, pueden facilmente convertirse en argumento irrefutable para algún tipo de intervención externa dada la debilidad política y militar de los gobiernos locales de Siria e Irak. Asesinatos en masa, decapitaciones, vejaciones, persecución de minorías étnicas y religiosas, no pueden ni deben ser aceptados por la comunidad internacional. Los rwandeses saben muy bien lo que occurre cuando el mundo mira hacia otro lado. En tan sólo unos meses esta agrupación fundamentalista parece motivada a llevar a cabo todos los actos posibles en contra de la dignidad y de los derechos humanos. No obstante ¿Esta retórica ‘humanitaria’ de Washington no podría también ser usada a favor de la intervención de Moscú en el conflicto ucraniano? Suponiendo claro que en el conflicto, entre las fuerzas gubernamentales de Kiev y los rebeldes pro-rusos, se estuvieran llevando a cabo acciones contrarias el derecho internacional humanitario.
Pues bien, dejemos de lado datos políticos irrefutables, como el hecho de que el gobierno ucraniano actual llegara al poder a partir del golpe de Estado a un presidente elegido por sufragio universal. O que la filas de los legítimos manifestantes fueran infiltradas por grupos neonazis como Svabóda (Свобода, Libertad) o Pravy Sektor (Пра́вий се́ктор, Sector Derecho). O que el empresario Petro Porochenko apoyara económicamente a los mobilizados de Maidán, para convertirse hoy en el presidente de Ucrania. O qué el descontento popular se desató cuando el depuesto presidente Viktor Yanukovych (cercano al Kremlin) pospusiera la firma del acuerdo de asociación con la Unión Europea provocando el descontento de las potencias occidentales. Olvidemos también que apenas llegado al poder la nueva administración, esta logró revocar la ley que reconocía el ruso como idioma regional e intentó promover una ley que prohiba los medios de comunicación rusos en territorio ucraniano [4], atentando directamente contra la idiosincracia y el desarrollo cultural de las provincias rusoparlantes y provocando así un aumento de las tensiones intercomunitarias. Atengámonos entonces a lo estrictamente humanitario.
Según un informe publicado recientemente por Amnesty International [5] numerosos prisioneros del conflicto ucraniano han sido víctimas de torturas, tanto por parte de los rebeldes pro-rusos como del ejército y las autodefensas pro-Kiev. El informe se detiene particularmente en el caso de Igor Khakmizyanov, ex ministro de Defensa de la autoproclamada República Popular de Donetzk. En un video publicado por las mismas milicias pro-gubernamentales [6] (probablemente como muestra de poder y advertencia a las fuerzas rivales), se puede ver al político ‘rusofílico’, semidesnudo, amarrado y con al menos dos heridas en el cuerpo, siendo interrogado por el diputado Oleh Lyashko, líder de un grupo armado defensor de la unidad de Ucrania. El gobierno central negó que Lyashko perteneciera a fuerzas regulares del ejército. En ese sentido, el documento de Amnesty afirma que “ante la falta de oficiales en el este, las autoridades de Kiev han comenzado a reclutar voluntarios bajo el auspicio del Ministerio del Interior” y asegura que el 17 de abril del corriente año fue pública una oferta del empresario y gobernador de la región de Dnipropetrovsk, Ihor Kolomoysky quién prometió pagar 10 mil dólares a cualquiera que capture un “mercenario ruso”.
Amnesty concluye así que la “ausencia de Ley” en el este ucraniano lleva a que habitantes y periodistas vivan bajo el riesgo de “secuestros y torturas por parte de grupos anti- y pro-Kiev“. Más de treinta grupos paramilitares son apoyados o tolerados por el gobierno ucraniano. No formando parte oficial de las fuerzas regulares estas milicias llevan adelante operaciones sin la necesidad de realizar informes detallados de sus acciones y sin responder directamente a las autoridades en Kiev.
Según otra investigación, esta vez de Human Rights Watch, “las fuerzas gubernamentales ucranianas han utilizado bombas de racimo en áreas pobladas de la ciudad de Donetzk a principios de octubre” [7]. Más conocidas como bombas ‘Cluster’, éstas son lanzadas desde el aire o desde la superficie, al alcanzar una cierta altura se abren dejando caer cientos de submuniciones de diversos tipos y de alto poder explosivo, antipista, antipersona, perforantes o incendiarias. El mayor problema radica en el hecho de que estas submuniciones (esparcidas en un área del tamaño de una cancha de fútbol) tienen un rango de fallo de entre el 5% y 30%, por lo que pueden quedar bombas enterradas sin explotar formando una suerte de campo minado listo a estallar tiempo después de terminada la guerra.
Estas municiones pueden llamar la atención de los niños por sus formas llamativas, similares a una lata de refrescos. “Debido a que todas las partes en el conflicto utilizan las mismas armas, es muy dificil determinar quién es el autor de cada ataque, pero en varios casos tenemos evidencia contundente que se trata de las fuerzas armadas ucranianas” declaró Ole Solvang. El investigador de HRW recordó además que 140 países han firmado el tratado para prohibir el uso de las bombas de racimo, y aunque Ucrania no forma parte de esos países, “lanzar bombas cluster en zonas pobladas constituye de todas formas una violación de las leyes sobre conflictos armados, estas acciones pueden ser consideradas como crímenes de guerra” [8].
Torturas. Crímenes de guerra. Los informes de Amnesty International y de Human Rights Watch son contundentes. Sin embargo, el cerrojo mediático de las prensa occidental parece servir de manto protector al nuevo gobierno del ‘eurofílico’ Petro Porochenko, que ya ha firmado el ansiado tratado de cooperación con la Unión Europea y anunciado su intención de preparar la candidatura de ingreso al bloque para el 2020. La violación del derecho internacional humanitario en suelo ucraniano no preocupa a las potencias occidentales. Los defensores de las políticas de Washington, que se encuentran en plena campaña militar ‘humanitaria’ para destruir la amenaza del Estado Islámico en Siria e Irak, confían en que la política exterior norteamericana está basada en una serie de prioridades que procuran defender la democracia y los valores humanos.
¿El final de una era?
La caída del muro de Berlín fue festejada por el mundo entero, que soñaba ingenuo con la (com)unión de una sociedad global. Las grandes potencias, en oriente y occidente, se alinearían detrás del gran vencedor de un conflicto de cuatro décadas. “No hay sustituto al liderazgo americano” declaró entonces George Bush padre. “Estados Unidos es la única nación imprescindible en el mundo“, afirma hoy Barack Obama. Sin embargo, la crisis del modelo neoliberal occidental puede ser el comienzo de un cambio en la balanza de poder, que comienza lentamente a inclinarse hacia el este del globo.
La idea de un único modelo planetario sin una real alternativa es no solamente inaplicable sino además inaceptable. ¿Por qué pregonar el pensamiento único en la arena internacional cuando lo rechazamos al interior de las fronteras nacionales? El mundo necesita diferentes modelos y concepciones de desarrollo de la misma manera que la democracia en un país exige diversos partidos políticos que representen diferentes alternativas. “El modelo occidental se ha quebrado” aseguró días atrás el británico diario The Guardian reconociendo que el camino que llevó al éxito a las grandes potencias occidentales no es necesariamiente recomendable para el resto del mundo [9]. El despertar de los gigantes emergentes expresa así la necesidad de una concepción distinta del mundo y un contrapoder a la cultura dominante que, debilitada, comienza a mostrar su grietas. La Comunidad Económica Euroasiática, la Organización de Cooperación de Shangai, Unasur y los Brics son sólo algunos de los nuevos actores que prometen el levantamiento de una voz diferente en el escenario político internacional.
Pero para que los cambios que necesita el mundo puedan concretarse es necesario un imprescindible primer paso. Para liberar al hombre debemos primero liberar su mente. Para rescatar a la humanidad de un modelo político-económico impuesto por las potencias occidentales debemos primero romper los muros de la prisión del ‘pensamiento único’. “Colonialismo mental” dirán algunos. Debemos así romper las cadenas informativas que construyen una realidad del mundo conveniente a sus propios intereses. Sólo así podremos ver la contradicción moral que implica realizar ‘intervenciones humanitarias’ en una región del mundo mientras la violación de los derechos humanos es permitida en otras latitudes. Sólo así veremos que las recetas económicas ortodoxas no pueden introducirse en un país como un software en un disco rígido. Así descubriremos que esos programadores del sistema operativo mundial esconden intereses otros que la universalización del bienestar.
¿Una nueva Guerra Fría o simplemente un modelo alternativo? Tal vez “El final de la Historia” de Fukuyama no era más que el comienzo de un capítulo, el del pensamiento único, el de la supremacía americana, el de la dominación occidental. Quizás somos testigos hoy de una nueva vuelta de página… y del comienzo de una nueva historia.-
Leonardo Plasencia
Leonardo Plasencia : Master en Información y Comunicación de la Sorbona de París
[1] El presidente norteamericano George Bush frente al Congreso de Estados Unidos, 11 septiembre 1990. https://www.youtube.com/watch?v=b8dAMZ6YdUo&list=FLeOVAclejaUGttEDVvDTT4Q&index=8
[2] El presidente Barack Obama anuncia una nueva ola de sanciones contra intereses rusos, 29 de julio de 2014. https://www.youtube.com/watch?v=iAu1prQkJEU
[3] El presidente Barack Obama anuncia el inicio de las operaciones aéreas contra Estado Islámico en territorio irakí, 7 de agosto de 2014 https://www.youtube.com/watch?v=zuaO5EJzLAE
[4] “Voiding Ukraine’s minority languages law ‘wrong’ – Luxembourg FM“, 25 de febrero de 2014, Russia Today http://rt.com/news/ukraine-language-lavrov-asselborn-627/
[5] “Abduction and Torture in Eastern Ukraine“, pag 14 y 15, Amnesty International.
[6] Video de youtube, “Lyashko Mocks Detained Defense Chief Donetsk“, 5 de julio de 2014 https://www.youtube.com/watch?v=LLI-KDtzOLw
[7] “Ukraine: Widespread Use of Cluster Munitions“, 20 de octubre de 2014. http://www.hrw.org/news/2014/10/20/ukraine-widespread-use-cluster-munitions
[8] Video de youtube, “Ukraine: Widespread Use of Cluster Munitions“, 20 de octubre de 2014. https://www.youtube.com/watch?v=ixf1LEzh1fo&index=4&list=FLeOVAclejaUGttEDVvDTT4Q
[9] “The western model is broken“, por Pankaj Mishra, 14 de octubre de 2014. http://www.theguardian.com/world/2014/oct/14/-sp-western-model-broken-pankaj-mishra