EEUU: ¿Latino? Entonces, deportado
Ramón Eduardo Dorado Mendoza, de 19 años, conducía su “troca” (camioneta, en Spanglish) en la I-25, la autopista principal que atraviesa la ciudad de Albuquerque (New Mexico), un día de verano, feliz de estar cumpliendo con un sueño: estudiar en la universidad. Iba escuchando los Ozomatli en la radio con su hermana de 17 años.
Ramón y su hermana no podían imaginar que la música se terminaba poco antes de llegar a la Salida a la calle Coal y Lead. El cambio dramático de sus vidas venía de la mano del Jefe de Policía de Aviación, Marshall Katz quien -yendo para su casa-, decide parar a ambos jóvenes porque, según él, circulaban con exceso de velocidad.
Según un video grabado desde el cinturón del mismo Katz (Alibi, 16/12/2010) (1), llega al lugar otro oficial de Aviación, Eldon Martínez, quien le pide al joven su carnet de conductor. En Estados Unidos, la licencia de conducir es el principal documento de identidad. A pesar de que el joven tenía la documentación solicitada, insisten con sus preguntas pidiendo más documentación y llaman a la Policía de Frontera (Border Patrol). Al poco tiempo, se agrega a la escena la policía de la ciudad que no tiene autoridad legal de inspeccionar el status migratorio de una persona.
Ramón fue detenido y deportado a la frontera con Méjico al día siguiente acompañado por su padre, quien fuera al salvataje de su hijo pero cuya única salida fue salir del país con él. Ramón emigró de la ciudad de Chihuahua con sus padres cuando tenía 6 años. Fue devuelto a un país que casi no conoce, a un lugar donde sus familiares apenas lo reconocen, a una cultura cuyo lenguaje le cuesta interpretar. En Estados Unidos se crió, hizo sus amigos, fue a la escuela, entrenó y jugó al fútbol y perteneció a la parroquia San José donde lideraba grupos de adolescentes junto a su hermana y el resto de su familia. Le faltaban dos materias para obtener un diploma del Central New Mexico Community College, una de las principales universidades del estado.
Así se inició un calvario familiar que ya lleva un año y medio. Sus padres, activos miembros de la comunidad, remueven cielo y tierra para recuperar legalmente a su hijo. Con la idea de reintegrar la familia y, especialmente, lograr que su hijo pueda reingresar legalmente al país para seguir estudiando y desarrollarse en el lugar que creía su tierra.
El padre de Ramón siempre se rebuscó la vida para mantener a su familia en el área de mantenimiento y construcción, una de las industrias que más se alimentan de la población latina porque los patrones pueden exigir trabajo, sin condiciones, pagando un tercio o un cuarto del salario que le correspondería a un trabajador con documentos estadounidenses. Cada vez que habla de su hijo, su voz se quiebra repetidamente pero aún así, junto a su esposa, optaron por el camino de la lucha y esperan un cambio. Sostienen que la detención de su hijo fue por “cómo nos vemos, nos vemos hispanos y nos detienen sin ninguna justificación para, según ellos, verificar que no somos delincuentes”. Ello significa que la detención fue por “profile”, por la apariencia, una detención por identidad étnica (que, en Estados Unidos definen “raza”).
Las leyes migratorias de este país siguen haciendo estragos, principalmente en las familias latinas, dejando a padres sin hijos o hijos sin padres; los niños menores de edad con padres deportados quedan a merced del cuidado de familiares, vecinos o amigos. A fines del año pasado, el ICE (Inmigration Customs Enforcement), informó orgullosamente su récord histórico de casi 400.000 deportados, casi el doble del promedio anual de deportados durante la primera presidencia de George W. Bush (2) (www. pewhispanic.org). El 97% de los deportados en el año 2010 son latinos (Informe Anual de Estadísticas sobre Inmigración) (3). Entre los deportados, el Departamento de Migraciones sostiene que criminales, incluyendo entre ellos a aquellos que tuvieron una falta de tránsito.
La Gobernadora del Estado de México, Susana Martínez es descendiente de mexicanos, pero su gestión así como su campaña demuestran un particular ahínco por demostrar que no le es fiel ni a su propia piel, combatiendo con fiereza a los inmigrantes como si le fuera en ello demostrar que puede ser más republicana que el propio ex presidente George Bush. Su bandera en contra de la inmigración alimenta una acentuada tensión en un estado que fuera parte del país de México y donde casi el 50% de su población es de descendencia mexicana o latina.
Parece inimaginable que la visión de los líderes actuales para resolver la situación migratoria de más de 11 millones de personas en el país sea detenerlos, encarcelarlos y deportarlos: magno procedimiento para una población de la dimensión equivalente a toda la ciudad de Río de Janeiro. Sin embargo, la historia estadounidense no depara sorpresas a la hora de ejecutar mega operaciones políticas en nombre del interés nacional. Cabe recordar que durante la Gran Depresión de 1929, medio millón de descendientes de mexicanos de la ciudad de Los Angeles, Chicago, Detroit y Denver –de los cuales casi la mitad eran ciudadanos estadounidenses-, fueron detenidos y deportados a México con la argumentación de que así habría más trabajo para otros estadounidenses. O también, cuando en 1954, con la operación Wetback (o “Espalda Mojada”), un millón de personas descendientes de mexicanos residentes en Texas fueron detenidos y transportados al interior de México por el INS (Immigration and Naturalization Services) con el objetivo de hacer una “limpieza” de inmigrantes.
En mayo del año pasado, el presidente Barak Obama declamaba en El Paso, una ciudad de Texas en la frontera con México, “nos definimos nosotros mismos como una nación de inmigrantes, una nación que le da la bienvenida a aquellos deseosos de abrazar los ideales y los preceptos de Estados Unidos” (www.whitehouse.gov/the-press-office, 10 de mayo 2011)(4). Sin embargo, la retórica disfraza las estadísticas y los hechos como el caso de Ramón Dorado siguen demostrando que la caza de latinos continúa.
A pesar de que los sondeos de opinión política entre los latinos siguen favoreciendo a Obama en un 49% (2), dicho favoritismo descendió en 10 puntos respecto al año anterior. La madre de Ramón, mexicana de origen, con su hijo deportado a Chihuahua y en plena lucha por sus derechos, aún le da otra oportunidad a Obama cuando le preguntamos sobre el actual presidente y sus promesas de reforma migratoria: “Yo pienso que él tiene deseos de ayudarnos. Nada más que ahorita, como el ambiente político está con mucho racismo, se le ha hecho difícil. Pero yo sé que él va a luchar por nosotros. Se le ve el deseo de ayudarnos”.
La historia de los países latinoamericanos inspiran más el camino que optaron tomar los padres de Ramón, el de ponerse de pie y luchar por el respeto a sus derechos, siguiendo la canción de Ozomatli que Ramón escuchaba en la “troca”: “Cuando un día despierto en la mañana, sé que tengo el poder para una día triunfar”.
Picture: Alibi, 16/12/10, New Mexico
(1) “Citizenship Stop. He was pulled over for speeding and then escorted to the border”, by Marjorie Childress, Weekly Alibi, Dec. 16-22, 2010
http://alibi.com/news/35099/Citizenship-Stop.html . On You Tube: http://youtu.be/6K0cCpVD_to
(2) “As Deportations Rise to Record Levels, Most Latinos Oppose Obama’s Policy”, by Mark Hugo Lopez, Ana Gonzalez-Barrera and Seth Motel.
http://www.pewhispanic.org/2011/12/28/as-deportations-rise-to-record-levels-most-latinos-oppose-obamas-policy/
(3) U.S. Department of Homeland Security, 2011a
(4) http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2011/05/10/remarks-president-comprehensive-immigration-reform-el-paso-texas
Cristina Baccine escribe desde Estados Unidos – Periodista – Fue Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN (Prov. Buenos Aires, Argentina), Profesora e Investigadora en Comunicación Social en Argentina (Univ. Nac. de La Plata, Universidad Nacional del Centro de Bs. As., entre otras) y España (Univ. Pont. de Salamanca). E-mail: [email protected]