De cómo los liberales de izquierda alemanes han llegado a pensar de nuevo en la posibilidad de una guerra con Rusia

Aunque los EEUU siguen viéndose como el principal peligro para la paz, se está formando un nuevo patriotismo alemán que querría ir contra Rusia aun sin el concurso de los norteamericanos.

Para la izquierda tradicionalista de Ellen Brombacher y su Plataforma Comunista, la imagen del enemigo está todavía clara. Como dejó dicho en su ponencia del pasado 18 de noviembre, la OTAN es “una organización de avanzadilla del imperialismo”.

Brombacher se halla en lo que fue el sentido común del movimiento alemán por la paz desde los años 60. La OTAN servía a los intereses de los EEUU, intereses que, en caso de duda, chocaban con los de Alemania. Así se acuñó en los 80 el concepto de Euroshima imaginando que  Alemania pudiera estar amenazada por un destino parecido al de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, destruidas por bombas atómicas.

En esa argumentación, naturalmente, los EEUU no son el país que, en alianza con la Unión Soviérica, Francia y Gran Bretaña, combatió y venció al régimen nacionalsocialista, sino la potencia que amenaza con la muerte y la ruina. En estas dos últimas décadas se ha substituido a Alemania por la UE, pero, por lo demás, poco ha cambiado en la línea argumentativa de la izquierda tradicional. Unos EEUU y su organización de avanzadilla, la OTAN, prontos a la guerra frente a una UE que, incluso cuando se dispone a la guerra, siempre lo hace con el objetivo de preservar la paz. Particularmente durante la era Bush y la Guerra de Irak, la narrativa de una Europa amante de la paz cobró un gran impulso.

Pero el sobrio hecho objetivo de que, a pesar de los llamamientos de Habermas y Derrida y de millones de adversarios de la Guerra de Irak volcados en las calles, no pudiera impedirse la guerra real y de que, encima, apareciera una escisión entre una vieja y una nueva Europa, fortaleció la posición de los políticos responsables, según la cual la UE debía pasar a ser activa militarmente y descolgarse de los EEUU. Que tras la retórica sobre valores y moral se escondía simplemente una situación mundial distinta e intereses políticos y económicos diferenciados, es cosa sobre la que normalmente se hacía un espeso silencio.

Ya desde hace años Europa es para los políticos de los EEUU una parte secundaria del planeta. Particularmente la administración Obama puso mucho sus ojos en el Sureste asiático. Cuando, entonces, los políticos europeos ponen énfasis en que hay que independizarse de los EEUU, raramente lo hacen reconociendo que exigen precisamente lo mismo que puede oírse en los propios EEUU.

No se trata de una subordinación a la política estadounidense, sino de los intereses de la UE y de los EEUU. Sólo que, bajo la ensordecedora faramalla moralizante sobre valores europeos y norteamericanos, raramente se oye hablar de esos intereses.

¿Miedo ante un acuerdo Trump-Putin?

Hasta ahora, tras la victoria electoral de Trump en los EEUU, la situación política no ha cambiado. Lo que ha cambiado ya son las líneas argumentativas con las que ahora se hacen repicar trompetas y tambores en favor de un poder armado propio de la UE.

Muy distinta a la posición de Ellen Brombacher es la del jefe de redacción de política interna del diario Taz [cercano políticamente al partido de Los Verdes], Martin Reeh. El peligro no estaría en que los EEUU arrastren a Europa a un conflicto con Rusia. Al contrario; lo que él teme es que Trump se entienda bien con Putin y llegue tal vez a desarrollarse una estrecha cooperación entre ambos países. Pero eso, a ojos de Reeh, sería de nuevo un error.

Este es su balance: que Europa debe preocuparse todavía más de su defensa. Pero, puesto que en el Partido de la Izquierda hay fuerzas para las cuales el rearme es un No-Go, resultaría –concluye Martin Reeh— que el triunfo de Trump significaría también la muerte de una alianza Roji-roji-verde [SPD-Izquierda-Verdes].

Reeh había abogado en los últimos meses por una tal alianza tripartita apuntando a las coincidencias de los tres partidos en materia de política social y apuntando a la orientación en política exterior de las fuerzas más realistas dentro del Partido de la Izquierda. Ahora, en cambio, el argumento central para su cambio de posición respecto de la coalición tripartita es como sigue:

“Un gobierno Roji-roji-verde ya habría sido suficientemente difícil bajo una halcona como Hillary Clinton en la Presidencia. ¿Pero, ahora, con Trump? ¿El hombre al que alaba Putin y que sólo está dispuesto a asistir a los países de la OTAN, si pagan lo suficiente?”

Su tesis resulta sorprendente a primera vista. Pues si Trump, a diferencia de la “halcona Clinton”, está más dispuesto a la distensión que a la confrontación con Rusia, diríase que con una coalición tripartita orientada a la izquierda reformista quedaba orillado un punto conflictivo. Porque finalmente la SPD no podría seguir chantajeando a la izquierda con el argumento de que  las alianzas internacionales y las razones de Estado exigen todo lo contrario de una política de desarme. Pero Reeh no quiere seguir escondiéndose tras el gran hermano occidental cuando de rearme se trata.

“Si los EEUU ya no prometen la defensa sin límite de los países de la OTAN, tendrán que hacerlo los europeos. Las medidas militares tienen que resultar creíblemente amedrentantes, a fin de que nunca tengan que llegar a ser empleadas.”

¿Hay en el gobierno berlinés simpatizantes de Rusia?

Entonces introduce Reeh algunos ejemplos bien concretos, para que quede claro que no se trata de cuestiones teóricas.

“Así que aparecieran milicias rusas en Letonia, el Partido de la Izquierda argüiría que ya la entrada de los países bálticos en la OTAN fue un acto de agresión. Rusia no haría otra cosa que reaccionar a Occidente. Si hubiera una mayoría favorable en un referéndum sobre la separación de la Letonia oriental, el gobierno federal alemán debería reconocer el resultado. También las sanciones serían una agresión innecesaria a Rusia. En su fuero interno, el Partido de la Izquierda esperaría un desmembramiento de la OTAN. Con una coalición tripartita roji-roji-verde, Putin tendría simpatizantes, no sólo en la casa Blanca, sino también en el mismísimo gobierno de Berlín.”

Aquí interrumpe Reeh su no tan ficticio escenario. Porque ahora tendría que contarnos la agenda política de su coalición preferida, una vez excluido el Partido de la Izquierda. ¿Debería el ejército alemán federal aparecer en la frontera rusa como parte de una misión de la UE y bombardear posiciones rusas?

Si uno se pone en el papel de los estrategas militares, ¿no sería mucho más consecuente amenazar ya a Rusia con un ataque militar, antes de que ésta intervenga en Letonia o en otros Estados bálticos?

Aunque Reeh no dibuja este escenario, lo cierto es que rompe un tabú que valió para todos en Alemania después de 1945, y es a saber: que toda confrontación militar entre Alemania y Rusia es suicida.

Precisamente partiendo de esa argumentación se forjó en los años 80 el movimiento alemán por la paz. Sólo que entonces la cosa podía imputarse a los estrategas bélicos estadounidenses, aparentemente dispuestos a violar la soberanía de Alemania.

En la argumentación de Brombacher, en la ponencia antes mencionada, todavía está la idea de la política estadounidense agresiva. Reeh, en cambio, da voz en su artículo a quienes ya no quieren seguir escondiéndose tras los EEUU y la quieren tomar con Rusia incluso sin los EEUU.

Pero Reeh no está solo en su violación del tabú. Sólo unos pocos días después del triunfo de Trump advirtió ya el sociólogo Claus Leggewie de una posible entente ruso-norteamericana: “¿Tendremos que morir por Riga?” Leggewie no se animó a responder a la pregunta.

Pero quedaba formulada, y el artículo de Reeh no hace sino seguir consecuentemente por ese camino. Resulta interesante que la construcción de los supuestos amigos de Rusia en el gobierno de Berlín haya cambiado de bando.

Hasta 1989,  era el discurso permanente de todos los grupos conservadores y derechistas. Adenauer consiguió sus mayorías con la advertencia: “Todos los caminos del marxismo conducen a Moscú”, aludiendo con eso a una socialdemocracia que, por aquel entonces, todavía citaba a Marx en los discursos domingueros. Pero Reeh, imbuido de gran consciencia histórica, retrocede todavía más en la historia: cien años.

Peter Nowak

Peter Nowak: Analista político alemán, escribe regularmente en la revista Telepolis.


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