¿Cuándo se convierte en genocidio?
Durante una visita a Ramala hace un año, mientras se llevaba a cabo el bombardeo israelí a Gaza, compartí mis temores con un buen amigo palestino. “Puede que suene demente, pero creo que el verdadero objetivo de los israelíes es verlos a todos muertos”.
Mi amigo me dijo que no fuera tonta, que el asalto era atroz, pero no era un asesinato masivo. Repliqué que esa no era la cuestión: se trataba de una población que ya era vulnerable a la enfermedad, a tener mala salud y a la desnutrición tras años de asedio, con las infraestructuras, el agua y la comida contaminadas. La guerra de Israel seguramente llevaría a la población más allá del límite, especialmente si, como ha ocurrido, se mantenía el asedio.
En otras palabras, Israel no mataría directamente a decenas de miles de palestinos, sino que crearía las condiciones necesarias para que murieran decenas de miles. Cualquier epidemia podría acabar el trabajo. Mi amigo permaneció callado ante estas palabras, pero siguió moviendo la cabeza con incredulidad.
Dos cosas han cambiado desde el año pasado. Hay más personas que han empezado a aplicar el término “genocidio” a lo que Israel está haciendo a Gaza. Y no sólo se está acusando directamente a Israel sino también, y cada vez más, a Egipto.
¿Es genocidio? La Convención sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio, un documento claro y conciso adoptado por Naciones Unidas en diciembre de 1948, afirma que genocidio es cualquiera de cinco actos cometidos “con la intención de destruir, en su conjunto o en parte, a grupo nacional, étnico, racial o religioso”.
Parece que tres [de los cinco] actos se aplican a Gaza: “(a) Matar a miembros del grupo; (b) Causar un grave daño físico o mental a miembros del grupo; (c) Infligir deliberadamente a miembros del grupo unas condiciones de vida calculadas para causar la destrucción física del conjunto o de parte de éste”.
Los especialistas en derecho no están de acuerdo sobre cómo interpretar los artículos de la Convención y a lo largo de los años se ha demostrado que es difícil definir crímenes como genocidio y no digamos impedirlos o acabar con ellos. Al igual que con el precedente de Bosnia (hasta la fecha el único tratamiento legal autorizado de genocidio) sería necesario establecer un intento deliberado para plantear ante un tribunal una acusación de genocidio contra Israel.
Por supuesto, los dirigentes de Israel no han emitido una declaración de intención. Sin embargo, se puede decir que muchos de los principales altos cargos israelíes lo han hecho. Por ejemplo: • Poner a los palestinos de Gaza “a dieta”, Dov Weisglass, principal asesor de Ariel Sharon, en 2006. • Exponerlos a “una shoah (holocausto) mayor”, Matan Vilnai, antiguo vice-ministro de Defensa, en 2008. • Publicar edictos religiosos exhortando a los soldados a no mostrar piedad, los rabinos del ejército israelí durante el conflicto actual.
Estas declaraciones se hacen eco de al menos tres de las “ocho fases del genocidio” identificadas por el presidente del Observatorio del Genocidio Gregory Stanton en la década de 1990 tras el genocidio de Ruanda: clasificación, deshumanización y polarización.
A continuación está la destrucción o el bloqueo deliberados de los medios de subsistencia, como ha hecho Israel por tierra y mar. El Informe Goldstone ya ha afirmado que privar a los palestinos de Gaza de sus medios de subsistencia, de empleo, de alojamiento y de agua, de libertad de movimientos y de acceso a tribunales de justicia podría equivaler a persecución.
Desde el ataque de diciembre-enero ha habido muchos informes autorizados elaborados por organizaciones de derechos humanos y medioambientales sobre el impacto de la guerra y del actual bloqueo sobre las personas, el suelo, el aire y el agua, incluyendo el aumento de cánceres, de deformaciones congénitas y de muertes evitable. La tasa de mortalidad en Gaza debido a la gripe porcina llegó a nueve a mediados de diciembre y a 13 la semana pasada;una epidemia está aguardando.
La octava fase de genocidio que identifica Stanton es la negación por parte de los perpetradores “de que hayan cometido crimen alguno”. Irónicamente, Stanton presidía la Asociación Internacional de Expertos en Genocidio durante el conflicto, que acabó con las discusiones sobre las acciones de Israel a pesar de las protestas entre otras personas del experto en genocidio y escritor Adam Jones. Jones y otros 15 expertos habían emitido una declaración afirmando que las políticas israelíes eran “demasiado alarmantemente cercanas” al genocidio para ignorarlas y pedían que se dejara de silenciarlas.
Alarmantemente cercano es correcto. Así es cómo Raphael Lemkin, el experto legal judío polaco que impulsó la Convención sobre el Genocidio, lo definía en 1943: “el genocidio no significa necesariamente la inmediata destrucción de una nación…. Su intención es más bien expresar un plan coordinado de diferentes acciones que tienen el objetivo destruir los cimientos fundamentales de la vida de grupos nacionales, con la finalidad de aniquilar a los propios grupos. Los objetivos de semejante plan serían la desintegración de las instituciones políticas y sociales, de la cultura, de la lengua, de los sentimientos nacionales, la religion y la existencia económica de los grupos nacionales y la destrucción de la seguridad personal, la libertad, la salud, la dignidad e incluso de las vidas de los individuos que pertenecen a estos grupos”.
Es difícil concebir una descripción mejor de lo que está ocurriendo en Gaza.
Todos los miembros de las Naciones Unidas tienen la obligación de impedir y detener estos actos de genocidio. Lo que se necesita es un país lo suficientemente valiente como para tomar la iniciativa, antes de que sea demasiado tarde.
La traducción de este articulo se publica con permiso del IPS.
Fuente: http://www.agenceglobal.com/Article.asp?Id=2225
Traducido del inglés para Rebelión (http://www.rebelion.org/) por Beatriz Morales Bastos.
Nadia Hijab es una analista independiente y uno de los miembros responsables del Institute for Palestine Studies. Este artículo lo publicó Agence Global el 30 de diciembre y expresa la opinión de la autora.