China, América Latina y la crisis de los commodities

Cuando China y América Latina se topan a comienzos del nuevo milenio, la historia económica de ambas venía de transitar por caminos diferentes. Mientras la primera evidenciaba un crecimiento económico sin paralelos en la historia documentada de la humanidad, producto de una reforma económica pragmática, la segunda se encontraba inmensamente debilitada como resultado de la ideología neoliberal. La avalancha de los productos chinos de bajo costo vino, como en el caso de las afeitadoras de doble hojilla, a repasar a aquellas industrias que no habían caído con la súbita apertura de nuestros mercados.  

China evidenciaba sin embargo una importante virtud que la redimía: era voraz consumidora de nuestras materias primas y productos básicos. Es decir, lo que en economía se conoce como commodities. Gracias al apetito chino el precio de los mismos, excluyendo metales y energía, creció 60% en términos reales entre 2002 y 2006. En el caso de petróleo y metales el aumento en precios durante ese período alcanzó 150% y 180%, respectivamente. Por contraste, en las cinco décadas precedentes al boom de precios empujado por China, los commodities habían venido cayendo a una tasa anual de 1.6% en relación a los bienes manufacturados (BernardoKosacoff  y Sebastián Campanario, La Revalorización de las Materias Primas y sus Efectos en América Latina, CEPAL, 2007).

Así las cosas mientras la base industrial de la región sufría un segundo golpe de grandes proporciones, el precio de los commodities subía con fuerza inusitada. El 70% del crecimiento de las exportaciones latinoamericanas se sustentaba en aquellos, con China teniendo un efecto directo y otro indirecto sobre dicho proceso. Lo primero en virtud de un incremento del 370% en las ventas a China desde el año 2000. Lo segundo en virtud del aumento global en el precio de los commodities, empujado por la demanda china (Kevin Gallagher and Roberto Porzecanski, The Dragon in the Room, Stanford, 2010).

Como resultado de lo anterior las tasas de crecimiento económico se dispararon en un conjunto de países latinoamericanos que representaban el 69% del PIB regional y que eran, precisamente, aquellos conectados a China o dependientes de commodities. Más aún, y a diferencia de los años signados por el Consenso de Washington, el período comprendido entre 2002 y 2011  dominado por el comercio con China, produjo importantes avances en lo social. El PIB per cápita promedio de la región se incrementó en casi 25% mientras que las tasas de pobreza decrecieron significativamente, con más de 50 millones de personas emergiendo de la pobreza moderada (World Bank, “Latin America and the Caribbean’s Long Term Growth: Made in China?”, Washington D.C., September 2011).

Sin embargo la relación con China resultó compleja. Para algunos representó la oportunidad de un crecimiento económico sostenido, conjugando mercado para sus productos e inversiones para sus economías. Para otros, por el contrario, sustrajo mercados tanto domésticos como de exportación y desvió inversiones. Entre esos dos extremos  aparece un grupo intermedio que ganaba por un lado pero perdía por el otro. Chile, México y Brasil son ejemplos nítidos de las tres opciones anteriores, dentro del mismo orden citado.

No obstante debido a la reducción en las tasas de crecimiento de China, al enfriamiento del comercio mundial y a la caída en los precios del petróleo, el ciclo expansivo de los commodities llegó a su fin en 2013. En palabras de Francisco Rojas Aravena: “El valor de las exportaciones de mercadería de la región muestra una importante contracción que alcanzó al 14%…Los países más afectados por la contracción de las exportaciones han sido los sudamericanos, como consecuencia en los precios de los productos básicos, el petróleo y la minería, principalmente por la caída en la demanda de los países asiáticos. Las exportaciones sudamericanas en 2015 alcanzaron a un menos 21%” (“América Latina en un ciclo de baja, pero con señales esperanzadoras”, Pensamiento Iberoamericano, enero, 2016).

Esta contracción de 21% genera un importante riesgo que Rojas Aravena expresa en los siguientes términos: “Uno de los principales peligros para la estabilidad democrática en la región está ligado al temor real de importantes segmentos de la población de recaer en la pobreza. Dicha situación impacta directamente sobre las aspiraciones generadas al ascender a clases medias” (Idem). Nada conlleva mayor potencial desestabilizador que el regreso a la pobreza de quienes habían ascendido a las clases medias.

Lo anterior resulta tanto más preocupante cuanto que no hay indicios de pronta recuperación por parte de la economía mundial. La era proteccionista iniciada por Donald Trump, a contracorriente de dicha recuperación, viene a echar más leña al fuego de la incertidumbre. Su controversia comercial con China y México, ahora acompañada del anuncio de revisar los acuerdos de libre comercio firmados con los demás países de la región, afectarán sin duda a América Latina.

Alfredo Toro Hardy

Alfredo Toro Hardy: Diplomático y académico venezolano.


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