Calentando los motores de la Tercera Guerra Mundial

La maquinaria militar de los Estados Unidos

La guerra de Yugoslavia de 1999 ­que coincidió con la formación del GUUAM (una alianza entre Georgia, Ukrania, Uzbekistan, Azerbaijan y Moldavia) y con la ampliación de la OTAN hacia Europa del Este—marcó un importante punto de inflexión en las relaciones Este-Oeste. Alexander Arbatov, vicepresidente del Comité de Defensa de la Duma de Rusia, describió la guerra de Yugoslavia como « el peor, más agudo y más peligroso acontecimiento surgido desde las crisis soviético-estadounidenses de Berlín y de los misiles de Cuba ».

Según Arbatov, « el START 11 está muerto, la cooperación con la OTAN está congelada, la cooperación en materia de defensa balística está descartada y la disposición de Moscú para colaborar en cuestiones de no proliferación ha alcanzado su punto más bajo ». Así mismo, el sentimiento antiestadounidense en Rusia es real, profundo y más generalizado que nunca, y el slogan que retrata la intervención de la OTAN (« Hoy es Serbia, mañana será Rusia ») se halla « profundamente enraizado en la conciencia de los rusos ».

El estamento militar de Rusia expresó abiertamente su desconfianza con respecto a los EEUU: « el bombardeo de Yugoslavia podría resultar ser en un futuro cercano un simple ensayo para efectuar ataques similares contra Rusia ».

LA ESCALADA ARMAMENTÍSTICA POSTERIOR A 1999

Mientras tanto, en Washington se estaba produciendo una escalada armamentística en toda regla. El objetivo subyacente era alcanzar una posición de hegemonía militar a escala global: el gasto de defensa en el 2002 se incrementó en más de 320.000 millones de dólares, una cifra equivalente al PIB de la Federación Rusa (aproximadamente 325.000 millones de dólares). Un incremento aún mayor del gasto militar estadounidense se puso en marcha a raíz del bombardeo de Afganistán de octubre del 2002.

Más de un tercio de los 65.000 millones de dólares destinados a nuevas armas en el presupuesto del 2003 está dirigido a la adquisición de armamento propio de la Guerra Fría. Varios miles de millones de dólares están destinados a sistemas de bombas de fragmentación que han recibido la condena de grupos pro derechos humanos de todo el mundo. Ninguna lógica puede explicar este nivel de gasto militar exceptuando el claro deseo por parte de los EEUU de convertirse en el Nuevo Imperio Mundial y de dominar el planeta económica y militarmente, incluyendo la militarización del espacio.

En lo que constituye la mayor escalada armamentista emprendida desde la guerra de Vietnam, la administración Bush proyecta aumentar su gasto militar en 120.000 millones de dólares en un plazo de 5 años, « elevando el presupuesto militar del año 2007 a la espeluznante cifra de 451.000 millones de dólares ».

Esta cifra colosal de dinero destinado a la maquinaria militar estadounidense no incluye el enorme presupuesto de la CIA asignado desde fuentes tanto oficiales como reservadas para financiar sus operaciones encubiertas. Según Jane’s Defence Weekly, el presupuesto total de inteligencia del año fiscal 2003 se eleva a « unos 38.000 millones de dólares » (13% del PNB ruso). Esta cantidad no incluye los ingresos multimillonarios que fluyen a las arcas de empresas tapaderas y pantallas de la CIA procedentes del tráfico de estupefacientes.

Del presupuesto general de defensa, miles de millones de dólares han sido utilizados para « renovar el arsenal nuclear estadounidense ». Se ha desarrollado una nueva generación de « misiles de fragmentación » dotados de cabezas nucleares múltiples capaces de disparar desde una única plataforma de lanzamiento hasta 10 cabezas nucleares dirigidas a diez ciudades diferentes. Actualmente estos misiles apuntan a Rusia. En este contexto, Washington se ha aferrado a lo que la Administración estadounidense denomina política de « golpear primero », concebida en principio para ser aplicada a los llamados « Estados díscolos », pero que de hecho está dirigida en gran medida contra Rusia y China.

Mientras tanto, los EEUU habían desarrollado una nueva generación de las llamadas « armas nucleares tácticas » o « mininukes » destinadas a ser empleadas en teatros de guerra convencional. Ya durante la administración Clinton el Pentágono reclamaba el uso de la bomba « nuclear » antibúnker B61-11, sugiriendo que puesto que se trataba de un arma « subterránea » no provocaba lluvia nuclear que pudiera afectar a la población civil.

Funcionarios militares y líderes de los laboratorios nucleares estadounidenses están instando a los EEUU a desarrollar una nueva generación de armas nucleares de precisión y baja radiación que podrían ser utilizadas en conflictos convencionales contra Estados del Tercer Mundo.

En la guerra de Afganistán del 2002, la fuerza aérea de los EEUU empleó bombas antibúnker del tipo GBU-28 capaces de provocar enormes explosiones subterráneas. Según la historia oficial, los objetivos de estas bombas eran « cuevas y complejos de túneles » de las zonas montañosas del sur de Afganistán utilizadas como refugio por Osama ben Laden.

Aunque las « Grandotas » por el Pentágono, las GBU (« guided bomb unit ») son bombas guiadas por láser que pesan 2.500 kilos y que están dotadas de cabezas mejoradas BLU-113 capaces de penetrar varios metros de hormigón armado. La BLU-113 es la cabeza « perforadora » convencional más poderosa jamás creada.

Mientras que las « Grandotas » del Pentágono son clasificadas como « armas convencionales », las declaraciones oficiales se abstienen de mencionar que esas mismas « bombas antibúnker », lanzadas desde un B-52, un bombardero B-2 Stealth o un F-16, pueden ser equipadas también con un artilugio nuclear.  La B61-11 es la « versión nuclear » de su equivalente « convencional », la BLU-113.

La B61-11 « nuclear » está catalogada como una « bomba con alto poder de penetración en la tierra », capaz de « destruir los búnkeres subterráneos más sólidos y profundos, cosa que está fuera del alcance de las cabezas militares convencionales ». El secretario de Defensa Donald Rumsfeld declaró que aunque las bombas revienta-búnkeres de tipo « convencional » « ‘van a ser capaces de realizar su trabajo’, no descartaba llegar a utilizar eventualmente armas nucleares ».

El Pentágono argumenta reiteradamente que estas armas nucleares de « baja radiación » no afectan a la población civil, lo cual justificaría su uso como armas convencionales. Igualmente, la Administración estadounidense está sugiriendo que el uso de revienta-búnkeres nucleares puede estar justificado como parte de « la campaña contra el terrorismo internacional », puesto que la organización Al Qaeda de Osama ben Laden se halla supuestamente en posesión de material nuclear que podría emplear en contra nuestra. Se afirma que las armas nucleares tácticas estadounidenses son « seguras » en comparación con las de la organización Al Qaeda de Osama ben Laden. A este respecto, declaraciones de la Administración sugieren que un arma nuclear táctica revienta-búnker de baja radiación del tipo de la bomba B61-11 « limitaría los daños colaterales » y, por consiguiente, su utilización sería relativamente segura.

Estas nuevas consignas están siendo propaladas por los medios de comunicación estadounidenses a fin de concitar apoyo público a favor de la utilización de “armas nucleares tácticas”. Sin embargo, la evidencia científica en este terreno es inequívoca: el impacto sobre la población civil de la bomba de « baja radiación » B61-11 sería devastador, pues « dada la enorme cantidad de suciedad radiactiva que dispersaría la explosión, un arma de 5 kilotones generaría un área inmensa de lluvia radioactiva letal ».

La escalada armamentística iniciada durante la Administración Clinton ha tomado nuevo impulso. Ha surgido una nueva “legitimidad”. Se aboga por incrementar el gasto militar aduciendo la necesidad de « defender la libertad » y derrotar al « eje del mal ».

El coste de esta guerra es enorme. Hemos gastado más de 1.000 millones de dólares al mes ­más de 350 millones de dólares por día—y tenemos que estar preparados para operaciones futuras. Afganistán demostró que las costosísimas armas de precisión sirven para derrotar al enemigo y salvar vidas inocentes, de modo que las necesitamos en mayor número. Mi presupuesto incluye el mayor incremento en gasto de defensa de las dos últimas décadas, ya que aunque el precio de la libertad y la seguridad es alto, nunca lo será demasiado. Cueste lo que cueste la defensa de nuestro país, lo pagaremos.

La Iniciativa de Defensa Estratégica (« Star Wars ») no incluye solamente el controvertido « Escudo Antimisiles » sino también una amplia gama de armas « ofensivas » guiadas por láser y con capacidad para golpear cualquier punto de la Tierra, sin mencionar instrumentos de guerra metereológica y climática desarrollados al amparo del Programa de Investigación Auroral de Alta Altitud (HAARP). Este programa tiene la capacidad de desestabilizar economías nacionales enteras por medio de la manipulación climática sin el conocimiento del enemigo a un costo mínimo y sin lanzar a la batalla a personal y equipo militar al modo como se haría en una guerra de tipo convencional.

La planificación a largo plazo de sistemas armamentísticos avanzados y del control del espacio exterior aparece trazada en un documento del Comando Espacial publicado en 1998 y titulado « Visión para el 2020 ». El objetivo subyacente es « dominar la dimensión espacial de las operaciones militares para proteger los intereses e inversiones de los EEUU… La creciente sinergia entre la superioridad espacial y la superioridad en tierra, mar y aire conducirá a un Espectro de Dominio Total ».

LAS ARMAS NUCLEARES DESPUÉS DEL 11-S.

A raíz del 11-S la llamada « guerra contra el terrorismo » está siendo

utilizada también por la Administración Bush para redefinir los presupuestos subyacentes a la utilización del armamento nuclear. El concepto de “disuasión nuclear” ha sido abandonado. Según John Isaacs, Presidente del Consejo para un Mundo Habitable: « Están tratando desesperadamente de encontrar nuevos usos para las armas nucleares… »

El nuevo planteamiento se hizo evidente cuando Los Angeles Times publicó algunos extractos de la 2002 Nuclear Posture Review (NPR). El informe filtrado explica que las armas nucleares « podrían ser empleadas en tres tipos de situaciones: contra objetivos capaces de resistir un ataque nuclear, como represalia a ataques desarrollados mediante armas nucleares, biológicas o químicas… », o « …en el caso de una evolución imprevista de los acontecimientos militares ».

En este terreno donde impera el top-secret siempre se ha dado una colisión entre los objetivos diplomáticos estadounidenses de reducir los arsenales nucleares y prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva, por un lado, y el imperativo militar de prepararse para lo impensable, por el otro.

Sin embargo, el plan de la Administración Bush supone la inversión de una tendencia de casi dos décadas consistente en relegar las armas nucleares a la categoría de armas a utilizar solamente como último recurso. Igualmente, la Administración Bush redefine las necesidades nucleares en los apresurados términos post 11-S.

Al tiempo que identifica a una serie de supuestos « Estados díscolos », la no tan secreta agenda de la Administración Bush consiste en desplegar y utilizar armas nucleares contra Rusia y China en el contexto de la carrera expansionista estadounidense hacia el Asia Central, el Oriente Medio y el Extremo Oriente.

El informe declara que el Pentágono debería estar preparado para utilizar armas nucleares en el conflicto árabe-israelí, en una guerra entre China y Taiwán, o en caso de ataque de Corea del Norte contra su vecino del sur.  Las armas nucleares podrían ser también necesarias en caso de ataque de Irak contra Israel o cualquier otro país vecino. El informe indica que Rusia ha dejado de ser considerada oficialmente como « enemigo ». Sin embargo, admite que el enorme arsenal ruso, que incluye cerca de 6.000 cabezas militares desplegadas y probablemente 10.000 armas nucleares más pequeñas listas para ser utilizadas en « teatros » reducidos, sigue siendo un motivo de preocupación. Los funcionarios del Pentágono han declarado públicamente que estaban estudiando la necesidad de desarrollar armas nucleares para teatros reducidos, diseñadas para ser utilizadas en el campo de batalla contra objetivos específicos, pero que no se habían comprometido a avanzar en esa línea.

El ímpetu de la NPR, presentada ante el Congreso estadounidense a principios del 2002, ha recibido el respaldo del Partido Republicano:

« Analistas conservadores insistieron en que el Pentágono debe prepararse para toda suerte de contingencias, particularmente ahora, cuando docenas de países y algunas organizaciones terroristas están implicadas en programas secretos de desarrollo de armas nucleares… Argumentaron que las armas más pequeñas desempeñan un importante papel disuasivo dado que muchos agresores pueden no creer que las fuerzas estadounidenses estén dispuestas a utilizar armas de muchos kilotones que devastarían territorios adyacentes y poblaciones amigas. »

« Necesitamos disponer de una fuerza disuasoria creíble contra regímenes implicados en el terrorismo internacional y el desarrollo de armas de destrucción masiva », declaró Jack Spencer, un analista de Defensa en la conservadora fundación Heritage en Washington. Afirmó que los contenidos del informe no le produjeron ninguna sorpresa y que éste representaba « la forma correcta de desarrollar una postura nuclear en un mundo salido de la Guerra Fría ».

RODEANDO A CHINA

A partir de la guerra de Yugoslavia de 1999, la administración Clinton aumentó su apoyo militar a Taiwán contra China, provocando una considerable escalada armamentística en el estrecho de Taiwán. Anteriormente, la fuerza aérea de Taiwán había sido equipada con algunos cazas 150 F16A fabricados por la Lockheed Martin. A este respecto, la Administración Clinton había argumentado que la ayuda militar a Taiwán era necesaria para mantener « un equilibrio militar con la República Popular China » como parte de la política estadounidense denominada de « paz mediante disuasión ».

Destructores Aegis de fabricación estadounidense equipados con misiles tierra- aire de última tecnología, misiles mar-mar y misiles de crucero Tomahawk fueron entregados a Taiwán para reforzar su capacidad naval en el estrecho de Taiwán. Pekín respondió a esta escalada armamentística recibiendo en el año 2000 su primer destructor de misiles guiado de fabricación soviética, el Hangzhou, equipado con misiles antinavío SS-N-22 Sunburn, « capaces de penetrar las defensas tecnológicamente más avanzadas de un grupo de combate naval estadounidense o japonés ».

Los presupuestos militares han cambiado radicalmente desde el 11 de Septiembre. La Administración Bush ha eliminado la doctrina de « paz mediante disuasión ». La escalada militar del estrecho de Taiwán posterior al 11-S es parte integral del plan global militar estadounidense basado en el despliegue militar « en múltiples frentes ».

Apoyado por la Administración Bush, Taiwán « ha venido desarrollando una intensa investigación para desarrollar un misil balístico táctico capaz de alcanzar objetivos situados en la China continental… El propósito declarado de estos misiles es erosionar la capacidad ofensiva del Ejército Popular de Liberación (PLA), incluyendo su infraestructura tanto de misiles como otra (aeródromos, puertos, rampas de lanzamiento de misiles, etc) ». A su vez, la presencia militar estadounidense en Paquistán y Afganistán (así como en algunas otras antiguas repúblicas soviéticas) en la frontera con China, está siendo coordinada mediante un despliegue naval de Taiwán en el sur del Mar de China.

China ha sido rodeada: la maquinaria bélica estadounidense está presente en el sur del Mar de China y en el Estrecho de Taiwán, en la península de Corea y en el mar del Japón, así como en el corazón de Asia Central y en la frontera occidental de la región autónoma china de Xingiang-Uigur. Bases militares estadounidenses supuestamente « temporales » han sido instaladas en Uzbekistán (país miembro del pacto GUUAM con la OTAN), en Tadjikistán y en la República de Kirguizia, donde aeródromos e instalaciones militares han sido puestos a disposición de la Fuerza Aérea de los EEUU.

La NPR 2002 proclama la disposición de la Administración Bush para utilizar armas nucleares contra China si llegara a producirse un enfrentamiento en el estrecho de Taiwán. China, debido a su arsenal nuclear y a sus « objetivos estratégicos en desarrollo » aparece catalogada como « un país susceptible de implicarse en una contingencia inmediata o potencial ».  Concretamente, la NPR contempla una hipotética confrontación acerca del status de Taiwán como uno de los escenarios que podrían llevar a Washington a utilizar armas nucleares.

EL EJE ANGLO-ESTADOUNIDENSE

La guerra de Yugoslavia de 1999 contribuyó a reforzar lazos estratégicos, militares y de inteligencia entre Washington y Londres. Después de la guerra de Yugoslavia el Secretario de Defensa estadounidense William Cohen y su homólogo británico Geoff Hoon firmaron una « Declaración de Principios sobre Equipos de Defensa y Cooperación Industrial », destinada a « mejorar la colaboración para la obtención armas y la protección de secretos tecnológicos », así como para « facilitar el camino a nuevas empresas militares conjuntas y a posibles fusiones de industrias armamentísticas ».

El objetivo de Washington era impulsar la formación de un « puente transatlántico que permita al Departamento de Defensa estadounidense llevar su política de globalización hasta Europa… Nuestro objetivo es mejorar la operatividad mutua y la eficacia en el desarrollo de campañas de guerra por medio del estrechamiento de los vínculos industriales entre empresas estadounidenses y de países aliados ». Según un funcionario del Pentágono, el acuerdo fue firmado poco después de la creación de la British Aeroespace Systems (BAES), resultado de la fusión de Bae con GEC Marconi. British Aerospace (Bae) estaba ya firmemente vinculada a Lockheed Martín y Boeing, las dos principales empresas contratistas de proyectos de defensa.

En palabras del Secretario de Defensa del presidente Clinton, William Cohen, el acuerdo « facilitará la interacción entre nuestras respectivas industrias [británicas y estadounidenses], nos permitirá disponer de una perspectiva armonizada a la hora de compartir tecnología y trabajar conjuntamente en acuerdos de copartenariado así como, potencialmente, de fusión de empresas ». La BAES se hallaba a la sazón firmemente vinculada a Lockheed Martín y Boeing, los dos principales contratistas estadounidenses de proyectos de defensa.

La agenda oculta detrás del « puente transatlántico » anglo-estadounidense es conseguir desplazar los conglomerados francoalemanes y asegurar la hegemonía del conglomerado militar-industrial estadounidense (en alianza con los principales contratistas británicos de defensa).

Por otro lado, esta integración en el área de producción de defensa ha coincidido también con una creciente cooperación entre la CIA y el MI5 británico en el ámbito de la inteligencia y de las operaciones encubiertas, por no mencionar el terreno de las operaciones conjuntas entre las fuerzas especiales británicas y estadounidenses.

El complejo militar-industrial británico se ha ido integrando progresivamente en el de los EEUU. A su vez, han estallado divergencias entre Washington y Bonn. La integración franco-alemana en materia de producción aeroespacial y de defensa está dirigida en última instancia contra la hegemonía estadounidense del mercado armamentístico. Esta hegemonía descansa sobre la asociación entre los Cinco Grandes Americanos y la industria de defensa británica bajo las cláusulas del acuerdo del puente transatlántico.

Desde principios de 1990, el gobierno de Bonn ha impulsado la consolidación del complejo militar-industrial germano dominado por Daimler, Siemens y Krupp. Varias importantes fusiones de empresas de la industria de defensa alemana han tenido lugar como respuesta a las megafusiones entre los fabricantes de productos aeroespaciales y armamentísticos estadounidenses.  Ya en 1996, Paris y Bonn establecieron una agencia conjunta de armamento con el mandato de « gestionar programas comunes [y] conceder contratos en nombre de ambos Gobiernos ». Los dos países habían declarado que « no deseaban que Gran Bretaña se integrara en la agencia ».

Por otro lado, Francia y Alemania controlan ahora la AirBush Industrie, competidora directa de la Boeing estadounidense (la BAES británica posee el 20% restante). Los alemanes colaboran también en el programa de puesta en órbita de satélites espaciales Ariane, que tiene a la Deutsche Aerospace (DASA) como accionista principal.

A fines de 1999, en respuesta a la « alianza » de British Aerospace y Lockheed Martín, la empresa francesa AerospaceMatra se fusionó con la DASA de Daimler, alumbrando así el mayor conglomerado de defensa europeo. Al año siguiente se creó la European Aeronautic Defence and Space Co. (EADS), integrada por DASA, MATRA y la española Construcciones Aeronáuticas SA. La EADS y sus rivales anglo-estadounidenses compiten por el suministro de armamento a los nuevos socios de la OTAN de Europa del Este. El tercer mayor contratista de defensa europeo es Thomson, que en los últimos años viene desarrollando varios proyectos conjuntamente con el fabricante de armas estadounidense Raytheon.

La EADS coopera todavía con la BAES en la producción de misiles y tiene negocios con los « Cinco Grandes » estadounidenses, incluyendo a la Northrop Grumman. Sin embargo, la industria occidental de defensa y de construcción aeroespacial tiende a escindirse en dos grupos distintos: en primer lugar la EADS, dominada por Francia y Alemania, y en segundo lugar los « Seis Grandes » anglo-estadounidenses (Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Boeing, Northrop Grumman y BAES).

Integrada en el programa de suministro del Departamento de Defensa estadounidense bajo las cláusulas del convenio del puente atlántico, la BAES fue durante el año 2001 el quinto mayor contratista de defensa del Pentágono. Bajo el « puente transatlántico » anglo-estadounidense, la BAES opera libremente en el mercado estadounidense a través de su filial BAE Systems North.

La alianza germano-gala en el terreno de la producción militar bajo las cláusulas de la EADS abre a Alemania (que oficialmente carece de armamento nuclear) las puertas para su integración en el programa francés de armamento nuclear. A este respecto, la EADS produce ya una amplia gama de misiles balísticos, entre ellos el misil balístico ICBMs disparado desde submarinos y dotado con cabeza nuclear del tipo M51.

EURO VERSUS DÓLAR

El sistema monetario común europeo ejerce una influencia directa sobre todas estas divisiones estratégicas y políticas. La decisión de Londres de no adoptar la moneda común europea es coherente con la política de integración de los intereses financieros y bancarios británicos con los de Wall Street, por no mencionar la alianza anglo-estadounidense en el sector de la industria petrolífera (por ejemplo, el caso BO- Amoco) y en la producción armamentística (los « Cinco Grandes » más BAES). La frágil relación entre la libra esterlina y el dólar estadounidense constituye una parte integral del nuevo eje anglo-estadounidense.

Lo que está en juego es la rivalidad entre dos monedas globales concurrentes: el euro y el dólar, hallándose la libra esterlina desgarrada entre los sistemas monetarios de predominio europeo y estadounidense. Dos sistemas financieros y monetarios rivales compiten a escala mundial por el control de la emisión de moneda y del crédito. Las implicaciones geopolíticas y estratégicas de ello son vastas, pues se hallan marcadas también por divisiones en el seno de la industria de defensa occidental y de la industria petrolífera.

Tanto en Europa como en EEUU la política monetaria, aunque formalmente situada bajo jurisdicción estatal, se halla ampliamente controlada por el sector de la banca privada. El Banco Central Europeo con base en Frankfurt se halla oficialmente bajo la jurisdicción de la Unión Europea, pero en la práctica está supervisado por un puñado de bancos privados europeos, incluyendo a los mayores bancos y conglomerados empresariales alemanes.

El Federal Reserve Board estadounidense se halla formalmente bajo supervisión estatal y está marcado por una relación estrecha con el Tesoro estadounidense. A diferencia del Banco Central Europeo, los 12 Bancos de la Reserva federal (siendo el más importante de ellos el Banco de la Reserva Federal de Nueva York) se hallan controlados por sus accionistas, que son instituciones bancarias privadas. En otras palabras, el « Fed », tal como se lo conoce en los EEUU, que es responsable de la política monetaria y, por ende, de la emisión de moneda para el país, se halla controlado actualmente por intereses privados de Wall Street.

En Europa del Este, en la antigua Unión Soviética, en los Balcanes y en Asia Central el dólar y el euro compiten entre sí. El control sobre los sistemas monetarios nacionales constituye en última instancia el instrumento decisivo para colonizar países. Mientras que el dólar es hegemónico a lo largo del hemisferio occidental, el euro y el dólar chocan en la antigua Unión Soviética, en Asia Central, en el África subsahariana y en el Oriente Medio.

En los Balcanes y en los Estados Bálticos, los bancos centrales operan mayoritariamente como « marcadores de divisas » que emplean de forma invariable el euro como moneda alternativa. Esto significa que los intereses financieros germanos y europeos controlan la emisión de moneda y el crédito. Es decir, la vinculación de la moneda nacional al euro y no al dólar significa que tanto la moneda como el sistema monetario se encuentran en manos de los intereses bancarios germano-europeos.

De forma más general, el euro domina la zona de influencia alemana: Europa del Este, los Estados Bálticos y los Balcanes, mientras que el dólar tiende a dominar en el Cáucaso y en Asia Central. En los países del GUUAM (que se hallan vinculados a Washington por medio de acuerdos de cooperación), el dólar tiende a eclipsar al euro (salvo en Ucrania).

La « dolarización » de las monedas nacionales es parte integral de la Estrategia de la Ruta de la Seda (SDR) estadounidense. Esta estrategia consiste en desestabilizar primero y sustituir después las monedas nacionales por el billete estadounidense en un área que va desde el Mediterráneo hasta la frontera occidental de China. El objetivo subyacente es extender el dominio del Sistema de la Reserva Federal—es decir, de Wall Street—a lo largo y ancho de un vasto territorio. Lo que estamos presenciando es en realidad una carrera inter-imperial por el control de las monedas nacionales y del crédito. Se trata de batallas por la conquista económica que son a su vez apoyadas por la militarización del corredor euroasiático.

Aunque los intereses bancarios germano-estadounidenses chocan entre sí por el control de las economías nacionales y de los sistemas monetarios, parece que se han puesto de acuerdo para « repartirse los despojos », es decir, para establecer sus respectivas « áreas de influencia ». En lo que parece un remedo de las políticas de « partición » de fines del siglos XIX, los EEUU y Alemania se han puesto de acuerdo para repartirse los Balcanes: Alemania ha ganado control sobre las monedas nacionales en Croacia, Bosnia y Kosovo, donde el euro es moneda de curso legal, y a cambio los EEUU han establecido una presencia militar permanente en le región (base militar de Bondsteel, en Kosovo).

La fisura entre los productores de armamento anglo-estadounidenses y franco- alemanes ­incluyendo las fisuras existentes dentro de la alianza militar occidental–, parece haber favorecido una creciente cooperación militar entre Rusia, Francia y Alemania. Rusia también suscribió un « acuerdo militar de cooperación de larga duración » con India a finales de 1998, el cual fue seguido unos meses más tarde por un acuerdo defensivo entre India y Francia.

Este acuerdo franco-indio tiene unos efectos directos sobre las relaciones indo- paquistaníes. Igualmente, afecta a los intereses estratégicos estadounidenses en Asia Central y del Sur. Mientras que Washington se ha dedicado a bombear ayuda militar a Paquistán, la India está recibiendo la ayuda de Francia y Rusia. Francia y los EEUU se hallan situados de forma visible en bandos opuestos en el actual conflicto indo- paquistaní.

Con Paquistán y la India situados al borde de la guerra después del 11-S, la Fuerza Aérea estadounidense había tomado virtualmente control del espacio aéreo paquistaní así como de varias de sus instalaciones militares.  Mientras tanto, apenas unas pocas semanas después de comenzar la campaña de bombardeo de Afganistán del 2001, Francia y la India llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos en el Mar de Arabia. Igualmente, inmediatamente después del 11-S la India recibió enormes cantidades de armamento ruso al amparo del acuerdo de cooperación militar indo-ruso.

LA NUEVA DOCTRINA DE SEGURIDAD DE MOSCÚ

La política exterior estadounidense posterior a la era soviética ha clasificado al Asia Central y al Cáucaso como « área estratégica ». Sin embargo, esta política no consiste ya en contener la « expansión del comunismo », sino mas bien en impedir que Rusia y China adquieran capacidad para competir con los EEUU. En este sentido, los EEUU han aumentado su presencia militar a lo largo de todo el paralelo 40, desde Bosnia y Kosovo hasta las antiguas repúblicas soviéticas de Georgia, Azerbaiján, Turkmenistán y Uzbekistán, todas las cuales han suscrito con Washington acuerdos militares bilaterales.

La guerra de Yugoslavia de 1999 y el posterior estallido de la guerra de Chechenia en septiembre de 1999 marcaron un momento decisivo en las relaciones ruso- estadounidenses. Significaron también un acercamiento entre Moscú y Pekín y la firma de varios acuerdos de cooperación militar.

El apoyo encubierto estadounidense a los dos principales grupos rebeldes chechenos (por medio del ISI paquistaní) era conocido por el Gobierno y los militares rusos. No obstante, nunca antes había sido hecho público ni debatido a nivel diplomático. En noviembre de 1999, el ministro ruso de defensa Igor Sergueyev acusó formalmente a Washington de apoyar a los rebeldes chechenos. Después de una reunión celebrada a puerta cerrada con el alto comando militar ruso, Sergueyev declaró que « …los intereses nacionales de los EEUU requieren que el conflicto militar en el Cáucaso [Chechenia] sea una hoguera alimentada por la acción de fuerzas externas », al tiempo que añadía que « la política de Occidente constituye un reto planteado a Rusia con el propósito último de debilitar su posición internacional y excluirla de áreas geoestratégicas ».

Tras la estela de la guerra de Chechenia de 1999 una nueva « doctrina de Seguridad Nacional » fue formulada y transformada en ley por el Presidente en activo Vladimir Putin a principios del 2000. Ese momento significó un viraje crítico en las relaciones Este-Oeste, aunque los medios de comunicación internacionales apenas se hicieran eco de él. El documento reafirmaba la construcción de un Estado ruso fuerte, el consiguiente robustecimiento de las fuerzas armadas, así como la reintroducción de controles estatales sobre el capital extranjero.

El documento detallaba de forma precisa lo que se describían como « amenazas fundamentales » para la seguridad nacional y soberanía rusas. Más concretamente, hacía referencia « al reforzamiento de bloques y alianzas político-militares [en referencia al GUUAM] », así como a la « expansión de la OTAN hacia el Este », al tiempo que subrayaba « el posible establecimiento de bases militares extranjeras y de grandes contingentes militares en las proximidades inmediatas de las fronteras de Rusia ».

El documento confirma que « el terrorismo internacional está librando una campaña abierta para desestabilizar a Rusia ». Aún sin hacer mención explícita de las actividades encubiertas de la CIA en apoyo de grupos terroristas armados tales como los rebeldes chechenos, el documento aboga por la adopción de « medidas adecuadas para evitar e interceptar actividades subversivas y de inteligencia desarrolladas por Estados extranjeros en contra de la Federación Rusa ».

La piedra angular de la política exterior estadounidense ha sido impulsar, bajo la apariencia de « tareas de pacificación » y de la llamada « resolución de conflictos », la formación de pequeños Estados pro-estadounidenses situados estratégicamente en el centro de la cuenca del mar Caspio, receptáculo de ingentes reservas de petróleo y gas.

« Los EEUU deben jugar un papel cada vez más activo en tareas de resolución de conflictos en la región. Las fronteras de las repúblicas soviéticas habían sido trazadas deliberadamente con el propósito de impedir la secesión de las diferentes comunidades nacionales que coexistían en la URSS y no con un ojo puesto en su independencia… Ni Europa ni nuestros aliados en el Asia del Este pueden defender nuestros [de los EEUU] intereses mutuos en estas regiones. Si nosotros [los EEUU] no conseguimos tomar la delantera para prevenir el tipo de conflictos y crisis que se ciernen allá, ello acabará exacerbando nuestras relaciones con Europa y posiblemente con el Noreste de Asia y desencadenará los peores acontecimientos políticos en Rusia. Este vínculo o interconexión confiere al Transcáucaso y al Asia Central una importancia estratégica para los EEUU y sus aliados que pasamos por alto con un enorme riesgo para nosotros. En otras palabras, los frutos acumulados con el fin de la Guerra Fría distan mucho de haber sido cosechados completamente. Ignorar el Transcáucaso y el Asia Central significa que una enorme porción de esa cosecha nunca será recogida ».

Simultáneamente a la articulación de la doctrina de Moscú de la Seguridad Nacional, el Estado ruso planeaba retomar el control económico y financiero de áreas clave del complejo militar-industrial de Rusia. Por ejemplo, la formación de « una única corporación de diseñadores y manufacturadores de todos los complejos antiaéreos » fue planteada en colaboración con los contratitas de defensa de Rusia.

Esta propuesta para la « recentralización » de la industria rusa de defensa como respuesta a consideraciones de seguridad nacional, fue motivada también por la fusión de grandes competidores occidentales del ramo de la producción militar. También se preveía el desarrollo de nuevas capacidades productivas y científicas sobre la base de aumentar el potencial militar ruso y su capacidad de competir con sus rivales occidentales en el mercado global del armamento. La Doctrina de la Seguridad Nacional también « simplifica los criterios en virtud de los cuales Rusia podría utilizar armas nucleares… eventualidad admisible en caso de amenaza para la existencia del país ».

En respuesta a la iniciativa estadounidense de la « Guerra de las Estrellas », Moscú desarrolló el « Escudo ruso contra misiles y armas nucleares ». El gobierno ruso anunció en 1998 el desarrollo de una nueva generación de misiles balísticos intercontinentales conocidos como Topol-M (SS-27). Estos nuevos misiles de una sola cabeza nuclear (con base en la región de Saratov) se encuentran actualmente en estado de « plena disponibilidad de combate » contra cualquier « primer ataque preventivo » procedente de los EEUU, ataque que constituye a partir del 11-S la hipótesis principal para el caso de una eventual guerra nuclear. « El Topol M es ligero y móvil y está diseñado para ser disparado desde un vehículo.  Su movilidad significa que está mejor protegido contra un ataque preventivo que los misiles alojados en silos ».

Tras adoptar el Documento de Seguridad Nacional (NSD) en el 2000, el Kremlin confirmó que no excluiría la utilización de cabezas nucleares « para un primer golpe » en el caso de ser objeto de un ataque incluso con armas convencionales ».

¿CAMBIO DE ESTRATEGIA BAJO PUTIN?

Desde el mismo comienzo de su mandato el presidente Vladimir Putin, siguiendo los pasos de su predecesor Boris Yeltsin, ha invertido la dirección de la Doctrina de Seguridad Nacional. Su implementación a nivel político también ha sido paralizada.

Al presente la dirección de la política exterior de la Administración Putin es confusa y nada clara. Existen divisiones significativas tanto dentro del estamento político como del militar. En el frente diplomático, el nuevo presidente ha buscado un acercamiento con Washington y la alianza militar occidental en la llamada « guerra contra el terrorismo ». Sin embargo, sería prematuro concluir que las aperturas diplomáticas de Putin implican el abandono definitivo de la Doctrina de Seguridad Nacional de Rusia del 2000.

A partir del 11-S se ha producido un giro significativo en la política exterior rusa. La Administración Putin, actuando en contra de la Duma rusa, ha aceptado el proceso de « ampliación de la OTAN » a los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), dando por buena por consiguiente la instalación de bases militares de la OTAN en la frontera occidental de Rusia. Mientras tanto, el acuerdo de cooperación militar que Moscú suscribió con Pekín tras la guerra de Yugoslavia de 1999 se halla congelado en la práctica.

Obviamente, China observa con profunda preocupación el alineamiento ruso con esas posiciones. China está también preocupada por la presencia de la Fuerza Aérea de los EEUU en las proximidades de sus fronteras en Uzbekistán, Tadjikistán y la República de Kirguizia… Todo lo que Putin ganó gracias a la mejora espectacular de las relaciones de Rusia con China, India, Vietnam, Cuba y algunos otros países se esfumó de la noche a la mañana. Lo que ha emergido a la superficie es un primitivo discurso gorbacheviano sobre « valores humanos comunes », es decir, la subordinación de los intereses de Rusia a los de Occidente.

Irónicamente, el presidente ruso apoyaba la « guerra contra el terrorismo » de los EEUU, dirigida en última instancia contra Moscú. La agenda secreta de Washington consiste en desmantelar los intereses estratégicos y económicos rusos en el corredor euroasiático, clausurar u ocupar sus instalaciones militares y transformar de paso la antiguas repúblicas soviéticas (y, eventualmente, a la Federación Rusa) en protectorados estadounidenses.

Michel Chossudovsky es profesor de Economía en la Universidad de Toronto y un asiduo colaborador de Covert Action Quarterly. Su trabajo ha sido galardonado con cinco premios Project Censored. Ha criticado abiertamente durante años la política de los EEUU en los Balcanes.

Traducido para Rebeliòn por L. B.


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About the author:

Michel Chossudovsky is an award-winning author, Professor of Economics (emeritus) at the University of Ottawa, Founder and Director of the Centre for Research on Globalization (CRG), Montreal, Editor of Global Research. He has undertaken field research in Latin America, Asia, the Middle East, sub-Saharan Africa and the Pacific and has written extensively on the economies of developing countries with a focus on poverty and social inequality. He has also undertaken research in Health Economics (UN Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), UNFPA, CIDA, WHO, Government of Venezuela, John Hopkins International Journal of Health Services (1979, 1983) He is the author of 13 books including The Globalization of Poverty and The New World Order (2003), America’s “War on Terrorism” (2005), The Globalization of War, America’s Long War against Humanity (2015). He is a contributor to the Encyclopaedia Britannica. His writings have been published in more than twenty languages. In 2014, he was awarded the Gold Medal for Merit of the Republic of Serbia for his writings on NATO’s war of aggression against Yugoslavia. He can be reached at [email protected]

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