Brasil es uno de los principales compradores de tecnología militar israelí
Una placa metálica con la foto de un chico delgado decora la entrada del campo de refugiados de Aida, en Belén, Cisjordania. Un texto corto explica, en inglés y árabe, que el chico delgado era Aboud Shadi, apodo de Abed Al-Rahman Shadi Obeidallah. Él fue asesinado por un soldado israelí el día 15 de octubre de 2015, exactamente en aquel lugar, cuando tenía 13 años. Aboud Shadi conversaba con amigos.
Según los relatos de varios testigos, Aboud estaba parado cuando el sniper [tirador de elite] tiró, de frente al muro que divide los territorios anexados israelís de Belén, alcanzando al chico en el corazón. Él fue llevado al hospital, pero no resistió. Sin razón aparente para la acción, las fuerzas militares israelís confirmaron que el asesinato “fue un error”, el soldado responsable permanece impune. En la placa en homenaje a Aboud, se lee: “Mi alma continuará aquí, persiguiendo al asesino y motivando a mis compañeros de clase. Yo me pregunto cuando la comunidad internacional traerá justicia para los niños palestinos”.
Con ojos llorosos y voz baja, Shadi Obeidallah, padre de Aboud, contó para el reportaje que todos los días pasa frente a la placa, ya dañada por agujeros de otros tiros. “Parece que él me está preguntando porqué no pudo ser protegido de la ocupación, porqué permití que lo mataran”, dice.
La presencia de Aboud es constante en la vida del padre. “Yo pienso en él, el tiempo todo. Colocamos un plato y cubiertos para él en la hora del almuerzo. Todos los días yo vuelvo para casa del trabajo, hago café y converso con su foto en un porta-retrato. Es mi hora preferida del día”, dice.
El año pasado, Shadi se encontró con el entonces Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-Moon, en la ciudad palestina de Ramallah, y le preguntó que podría hacer por los niños palestinos asesinados. “Él no me respondió”, dice. En seguida, él terminó la entrevista: “No es fácil hablar sobre esto”.
Lo que Shadi probablemente no sabe, entre tanto, es que, una semana antes del asesinato de su hijo, el Comité sobre los Derechos de los Niños de la ONU divulgó un informe acusando la Policía Militar brasileña de matar niños en situación de calle con el objetivo de “limpiar la ciudad” para los Juegos Olímpicos de 2016. En julio del mismo año, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) público un informe mostrando que 28 personas menores de 19 años son asesinadas diariamente en Brasil, una tasa mayor que en zonas de guerra, de acuerdo con la agencia.
El laboratorio
La conexión entre los datos y la muerte de Aboud Shadi sería apenas una coincidencia, si no fuese por el hecho de que tanto el entrenamiento cuanto la renovación bélica de la Policía Militar y del Ejército brasileño para los mega eventos deportivos entre 2014 y 2016 fueron importados de las Fuerzas Armadas israelís.
Según especialistas en el tema, Brasil es uno de los mayores clientes de la industria de armamentos de Israel. Una nota publicada en el diario Folha de S. Paulo, en enero de este año, muestra que el Ejército Brasileño cerró un acuerdo de R$ 6,3 billones (US$ 2 mil millones) con empresas israelís para compra de blindados en los próximos años. Una de las proveedoras – la empresa Elbit – es acusada de haber construido drones que mataron 164 niños palestinos en Gaza, durante la ofensiva de 2014. Los datos son de la ONG Defense for Children International Palestine (DCI).
De acuerdo con informaciones proporcionadas para este reportaje por la organización Who Profits, centro de investigación dedicado al monitoreo de las relaciones comerciales involucrando multinacionales israelís, Elbit fue una de las primeras compañías israelís a entrar en el mercado de vigilancia brasileño. La organización destacó otras empresas que también operan en Brasil, como Afcon Holdings, que desarrolla sistemas de control presentes en los checkpoints de Cisjordania; Carmor, especializada en vehículos militares; y Contact International, también productora de equipamientos militares.
Según el antropólogo y escritor israelí Jeff Halper, las relaciones económicas y bélicas entre Brasil y Israel son muy significativas. “Brasil es un gran cliente. (…) El principal punto de la industria militar israelí es que ella no se queda solo en lo militar, actúa en seguridad y en lo relativo a la policía. En Río de Janeiro y en otras ciudades donde hay policías de pacificación en las favelas, ellos son entrenados por israelís y con armas israelís.
Para Halper, que ya fue candidateado al Premio Nobel de la Paz por la actuación “en pro de la liberación de los palestinos”, la importancia que el Estado de Israel asumió en el contexto internacional está relacionada justamente con la exportación de inteligencia militar. “Israel está en todos los países, no solo directamente en el sentido militar, pero en términos de entrenamiento, exportación de armas, unidades de operación especial, seguridad presidencial. Está más dentro de las sociedades de lo que los Estados Unidos, exactamente porque ellos se quedan en los espacios militares y nosotros vamos a la seguridad, la policía, las prisiones”, explicó.
En la opinión del escritor, es exactamente ese papel internacional que libra al país de condenaciones en la Justicia. “De esa forma, Israel escapa del hecho de hacer una ocupación hace 50 años, de estar realizando crímenes de guerra, decenas de violaciones de la ley internacional de la ONU. Incluso con todo eso el status internacional de Israel es positivo. La única explicación para eso es la política de seguridad de Israel, un país minúsculo que transforma seguridad militar y policial en poder político. (…) En un país como Brasil, con todas las desigualdades, Israel va a proveer todo el sistema de seguridad y vigilancia para controlar a la población. Ese control poblacional es lo que hacemos hace 70 años. Somos un laboratorio, controlamos palestinos y eso es lo que nos diferencia en el mercado: millones de palestinos tienen que pasar por los checkpoints diariamente”, analizó.
La expresión “laboratorio” es utilizada por diversos activistas para describir la relación militar de Israel con los territorios palestinos ocupados. El documental The Lab, del director Yotam Feldman, explora exactamente esa relación y su importancia para la legitimidad de la industria bélica israelí. En el filme, Brasil es nuevamente citado como un gran socio comercial de Israel, y algunas escenas muestran tanques y armas israelís siendo utilizadas en operaciones en el Complejo del Alemán, Río de Janeiro, favela que es popularmente conocida como la “Franja de Gaza” carioca.
La activista israelí y estudiante de pedagogía Sahar Vardi es una líder del movimiento contra la militarización y ocupación de Israel en Palestina. Presa por dos meses durante proceso de ‘objeción’ al servicio militar obligatorio, Sahar cree que la utilización de la tecnología militar en los palestinos es “definitivamente el diferencial en el mercado”. “Nosotros exportamos a más de 130 países, no hay duda de que la exportación de la militarización de Israel es un fenómeno mundial. La ocupación no es una necesidad para la industria militar, ni vice-versa, ya que esa industria comenzó en los años 70 y ya había ocupación antes de eso. Pero sin duda hay un interés económico de la industria en mantener la ocupación”.
Según Sahar, en 2013, el gobierno brasileño destinó 1,13% del Producto Interno Bruto (PIB) del país para “modernizar las fuerzas armadas con equipamientos israelís”. Ella destaca la compañía israelí International Security & Defense Systems (ISDS), que hace entrenamientos para las policías brasileñas en las favelas. En el site de la compañía, ya en la página inicial, consta el slogan de “proveedora oficial de los juegos olímpicos Rio 2016”. Al final de la página, la conexión con Israel es señalada abiertamente. “La ISDS es una empresa registrada y certificada por el Ministro de Defensa de Israel y opera de acuerdo con sus regulaciones y directrices”.
Militarización
En el mirador que marca la salida del museo del Holocausto, Yad Vashem, en Jerusalén, Yahav Zohar, ex-guía del museo, señala la vista de un asentamiento israelí. Él explica, en voz baja, que antiguamente había un poblado palestino en el lugar, destruido durante la Nakba en 1948 (nombre palestino para el proceso de construcción del Estado de Israel, que significa “catástrofe”). Repleto de imágenes fuertes sobre las consecuencias del nazismo, la propuesta del museo – ejemplificada hasta en la arquitectura – es celebrar la conquista de Israel como una especie de redención para los judíos.
Yahav, que sirvió en el ejército como la mayor parte de la población judía de Israel, renunció a su empleo en el museo por no poder compartir las críticas que tiene sobre la ocupación israelí en Palestina. Por el mismo motivo, un amigo suyo, que también era guía, fue despedido. Entre diversos grupos de soldados que visitaban el museo como parte obligatoria del servicio, Yahav mantenía un tono de voz discreto y parecía alejar malos recuerdos.
“Hay similaridades entre el holocausto y lo que estamos haciendo aquí con los palestinos. El problema es que creemos que esa fue la única tragedia de la humanidad, cuando no fue más importante o horrible de lo que la esclavitud en toda América, por ejemplo. Nosotros tenemos que dejar de creer que estamos en peligro todo el tiempo. Si usted se esfuerza tanto por recordar una parte de la historia como por suprimir otra parte, usted pierde su argumento”, opinó.
Educación
La visita al Museo Yad Vashem es realizada por lo menos tres veces durante la vida de los israelís. Además de la ida cuando están en el Ejército, las escuelas de Israel llevan a los estudiantes cuando niños y durante la secundaria. Para Nurit Peled, profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén, activista y estudiosa de la forma como los palestinos son retratados en el sistema educacional israelí, la educación militar es una de las principales facetas del sionismo actual. “Ellos tienen procesos de seguridad en la escuela a partir de los tres años, los soldados van a los jardines de infantes y dan a los niños todo tipo de información. Ellos son modelos, la mayor aspiración de todo joven es ser soldado, sea él de derecha o de izquierda. El mayor deseo de los padres es que los hijos sean soldados. Ellos fueron adoctrinados de la misma forma”, explica.
Algunos feriados israelís, para ella, también muestran como la militarización es cultivada en la sociedad. “Ellos aprenden mucho sobre el Día de la Independencia, el Día de Homenaje a los Soldados y el Día del Holocausto. Celebran los asesinatos de árabes. Todo relacionado con la muerte. La imagen de que la militarización nos va a salvar de otro holocausto es muy fuerte. Es bastante difícil para un joven rebelarse contra eso, la cantidad de personas que objeta ir al ejército, por ejemplo, es prácticamente inexistente”.
Pie de foto: Grafiti sugiriendo matar árabes en cámaras de gas, hecho frente a una escuela infantil palestina, en Hebrón.
La historia de la objeción de Sahar al servicio obligatorio, incluso para ella misma, es una excepción. “Cada uno de nosotros [amigos que también objetaron el alistamiento] fue arrestado por cerca de una semana o un mes. Después fuimos enviados nuevamente a la base militar para continuar nuestro ‘servicio’. Entonces objetamos de nuevo y fuimos condenados nuevamente. Ese proceso se repitió algunas veces. Es un proceso muy difícil, algunas veces me encontré pensando porque estaba haciendo aquello. El efecto psicológico de las prisiones es muy fuerte”, explicó.
Para la activista, la militarización en la sociedad israelí influencia diversos aspectos sociales. “Parte de eso es el hecho de portar armas todo el tiempo, en todas partes, ya que los soldados pueden llevar las armas a casa los fines de semana, llevarlas a fiestas y en el transporte público. Pero va más allá de eso. Nosotros incorporamos parte del lenguaje militar en nuestra comunicación diaria y ni pensamos en eso, está completamente internalizado. La manera que estudiamos historia está muy centrada en el nacionalismo y en las Fuerzas Armadas. En las propagandas y comerciales, siempre hay soldados, ellos son idealizados, son el modelo. La militarización y el miedo están realmente en todos los aspectos de la sociedad”.
En la opinión del colono israelí-estadounidense Bob Lang, representante del asentamiento de Efrat y defensor de la ocupación militar de Palestina, los israelís no viven en constante miedo. “Para mí, la militarización es normal. Es natural ver soldados con armas en la calle y que los niños sean revisados en las escuelas, no es bueno o malo, las cosas son así. Obviamente, me gustaría que las Fuerzas Armadas no tuviesen que existir y espero el día en que eso acontezca. (…) Yo no vivo con miedo aquí, no más. Tengo más miedo de mi hija viajando por América del Sur que sirviendo al Ejército en Israel”, afirmó.
Lo mismo no puede ser dicho por Shadi Obeidallah, padre de Aboud. Al preguntarle sobre los sueños y gustos del hijo, afirmó: “Él soñaba, como cualquier otro palestino de su edad, con jugar seguro. Pasó toda la vida en el campo de Aida, pero los soldados no lo dejaban jugar. Si veían a los niños jugando, lanzaban gas lacrimógeno y disparaban balas de goma. Como cualquier niño, él solo quería jugar sin estar en peligro”.
Júlia Dolce
Victor Labaki