Argentina – El año que viviremos en peligro
Estimado lector: sabemos que es 31 y estará pensando más en la cena de esta noche y recordando algo que le faltó comprar, que en la reflexión que aquí le vamos a proponer. Pero si logro captar su atención por un momento piense lo siguiente: seamos justos, a Alfonso Prat Gay habrá que reconocerle que efectivamente tenía un costado progresista que tan difícil era de advertir. Ese flanco “progre” está dado porque, al “dar un paso al costado”, le dejó al gobierno de Mauricio Macri una bomba muy difícil de desactivar. Pero antes de que salga corriendo a confundirse en un abrazo con Prat Gay, como el que se diera este último con su ahora medio sucesor Luis Caputo, cuando juntos festejaron en Nueva York la victoria de Paul Singer contra Argentina (va la foto para recordarlo), deje que le explique en qué consiste ese terreno resbaladizo y en pendiente por el que deberá transitar el gobierno durante este complejo 2017.
¿En qué condiciones dejó la economía Prat Gay y cómo sigue el gobierno a partir de ahora? La fotografía del momento admite distintas miradas, según desde dónde se pare el observador y en qué aspectos haga foco. Una mirada posible es la siguiente. Un año completo de gestión que arrancó con una fuerte devaluación, levantamiento de regulaciones en el mercado cambiario y en el comercio exterior, eliminación de retenciones y facilidades al libre movimiento de los capitales, sobre todo de salida. Bajo esas condiciones, se prometió una rápida reactivación de la economía, un aluvión de inversiones externas (¿alguien recuerda la promesa de los veinte mil millones de dólares que estaban comprometidos a ingresar “apenas se levantara el cepo”, que repetían Macri y Prat Gay?) y un mercado ávido por productos argentinos que, por fin, iban a poder a salir a ofrecerse al mundo, ese mundo del que Argentina se había alejado. El año de gestión terminó, en cambio, con un deterioro alarmante del mercado interno por caída del poder adquisitivo de la población (con fuerte traslado a precios de la megacorrección cambiaria), un déficit brutal del 6,8 por ciento del producto bruto (contabilizando también el pago de intereses, que el gobierno maquilla hablando de “déficit primario” con lo que baja en un par de puntos el desequilibrio), caída del PBI cercana al tres por ciento con la casi plenitud de ramas industriales en baja (sólo quedan con números a favor los derivados del complejo cerealero y oleaginoso: molienda, aceites y biocombustibles), desempleo en alza, cierre de empresas, suspensiones masivas de actividad durante el verano, retroceso de la inversión y una geométrica suba del endeudamiento externo.
Prat Gay pagó con su salida el costo de los platos rotos, de los que en realidad no es el único responsable. Pero si esas son las condiciones en que quedó la economía a su salida, ahora hay que ver cuál es la respuesta, la reacción del gobierno ante ese cuadro. La designación de Nicolás Dujovne en Hacienda y Luis Caputo en Finanzas, ex JP Morgan y hombre de absoluta confianza de Prat Gay, da una señal al respecto, así como las primeras palabras en funciones que pronunció el primero. El recién llegado definió la reducción del déficit fiscal como su objetivo inmediato, pero también planteó metas de reformas estructurales, tanto en términos impositivos (una reforma que haga menos pesada la carga tributaria) como en el esquema de gastos e ingresos de las provincias (que las hagan menos demandantes de los recursos del Estado nacional).
La reacción que provocaron estos nombramientos en el frente industrial no es buena. Ven un gobierno preocupado por bajar el déficit fiscal antes que por la recuperación del empleo y la producción. Según algunos voceros industriales, “estos funcionarios no entienden a la industria”. Para otros, como Guillermo Moretti, “es un problema ideológico, estamos frente a un neoliberalismo que no se ha aggiornado, no ve ni entiende el mundo que lo rodea, que ya no crece en función del comercio exterior sino cuidando su mercado interno, y en cambio aquí se pone el eje en lo fiscal y en lo financiero y se deja en segundo plano la producción y el empleo”.
La palabra de Moretti, titular de la Federación Industrial de Santa Fe, es una de las más interesantes para escuchar dentro del espectro empresario que participa de la conducción de la UIA. Fue de los primeros en advertir sobre las graves consecuencias que tendría la apertura importadora de bienes manufacturados, y ayer fue una de las primeras reacciones que el autor de esta nota pudo recoger tras la primera intervención pública de Dujovne ya como ministro designado. “Si el nuevo ministro ya nos habla en contra del empleo público es que estamos en un problema; hay un gobierno, pero también un establishment, que son las empresas concentradas, los grandes medios, que creen en el camino del ajuste como salida. Yo creo que el interior está viviendo la plenitud de una crisis que en los centros urbanos, como la Capital Federal, todavía no se ve, pero que por este camino les va a llegar en pocos meses más”.
En pocos meses más, el país estará transitando la previa a las elecciones de medio término, programadas para octubre de este 2017. Seguramente la preocupación por no llegar a esas instancias en medio de una crisis económica haya apurado la salida de Prat Gay, cuando ya era palpable que su última promesa, la de los brotes verdes del segundo semestre, pasaba a ser una más de sus fallidas performances de profeta. Mauricio Macri, y quienes lo aconsejan, no creen que el problema sea el modelo, sino el desacople entre sus partes. Saben, porque ya han recibido señales desde el exterior, que una economía que entró en recesión masivamente, con desempleo y descontento social creciente, y desequilibrios en su balanza de pagos (más salida que entrada de dólares, aun con un resultado exitoso en el blanqueo, pero “por única vez”), y que ya durante 2016 se endeudó con el exterior en 45 mil millones de dólares, no es una plaza confiable. Máxime cuando los vientos en la plaza financiera internacional soplan en contra de las economías emergentes. Macri y los suyos creen que, una vez más, hay que dar “señales de confianza a los mercados”. Y esta señal, intuyen, es mostrar que son capaces de bajar el déficit.
Esta es la economía que deja Prat Gay cuando da su “paso al costado”. Una economía en crisis, fuertemente endeudada, y que en ocho meses dilapidó la “confianza” que había logrado devaluando, retirando controles de los mercados y firmándole un cheque en blanco a los buitres para que el juez Griesa le pusiera la cifra. El camino que le deja al gobierno, a partir de aquí, es resbaladizo y en pendiente porque ya casi no queda tiempo. Con las elecciones tan cercanas en el horizonte, ¿de qué forma se logra achicar el déficit sin pagar un enorme costo político por las consecuencias sociales que provoque?. Dujovne ya dejó entrever cuál es su repuesta: no es aumentar impuestos, al contrario. Por lo tanto, el ajuste va a venir por el lado de reducción del gasto y de las transferencias, tanto a provincias como a sectores sociales que reciben subsidios.
Dujovne y Caputo serán los brazos de un mismo cuerpo, encargado de obtener los recursos para que este modelo neoliberal siga funcionando. Es decir, pueda seguir recibiendo crédito del exterior mientras no salga de la crisis interna. Las propias fuentes oficiales hablan de una necesidad de financiamiento de 60 mil millones de dólares del exterior para 2017. Los que tienen algún acceso a los mercados financieros globales aseguran que, en las actuales condiciones, Argentina no podrá repetir ni siquiera el financiamiento de 45 mil millones que obtuvo en el año que culmina, incluso pagando mayor tasa. El gobierno cree tener la llave: si baja el déficit, se le abrirán las puertas del crédito otra vez en forma irrestricta. Pero, ¿a qué costo social y político? Este ya no es un problema de Alfonso Prat Gay. Es, apenas, la pesada herencia que le dejó al gobierno al partir.
Raúl Dellatorre
Raúl Dellatorre: Economista y periodista argentino.